Novelas en capítulos y cuentos cortos

viernes, 16 de septiembre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 38

"Algunos recuerdos se niegan a que los encierren en el tiempo o en el espacio. Nos siguen, abren una mirilla y nos observan con curiosidad". Nathan Filer


2 de Enero de 1945
Querida Lina:
                      ¡Cuanta tristeza! Mi corazón, como un pequeño gorrión aletea desamparado en esta soledad que me oprime y asfixia. Tú, en el convento; Ana, en España...tan lejos; hasta Jacinta me ha abandonado. ¡Maldita muerte, ladrona de quereres!
No te imaginas de que manera horrible tuve que reprimir las lágrimas en la fiesta de Navidad.
Una felicidad ficticia se adueñó de la noche más triste de mi vida.
Renzo, Arturo y yo. Los tres simulando alegría, los tres forzándonos a ser corteses, los tres sosteniendo conversaciones triviales, insulsas...¡hipócritas los tres!
Bien sé que esta carta nunca llegará a tu poder, por eso puedo desahogarme sin escrúpulos, no deseo afligirte ni preocuparte, pero necesito limpiar mi alma de tanto odio, de tanta ansia de venganza.
¡Detesto a Renzo!, ¡lo detesto con todas mis fuerzas! Me obligó a renunciar a mi puesto dentro de la orquesta del Colón a pesar de mi resistencia a hacerlo.
Como sospechó que yo lo desobedecería me acechó durante días. Al principio pude burlarlo, pero finalmente su astucia pudo más que mi precaución.
Me sorprendió en la puerta de entrada del teatro. Sin mediar palabra, con el rostro desencajado me tomó del brazo y me arrastró hasta su auto. Mis compañeros, los pocos que presenciaron la escena, se paralizaron ante su violenta actitud. Con la mirada atiné a suplicar a dos de ellos que no intervinieran, ¡sería peor!.
"No entiendes, ¿verdad Lupe? ¿Por qué me obligas a maltratarte? Te amo Lupe y no soporto compartirte. Tú eres mía, sólo mía", me gritó desquiciado.
El miedo me enmudeció. El llanto y el temblor de mi cuerpo, fueron las únicas respuestas a su atropello.
Ya en nuestra casa, me encerró en el dormitorio y allí permanecí hasta la cena de Navidad.
En una oportunidad Arturo intentó entrar. Sus palabras de consuelo tras la puerta fueron tan dulces que me conmovieron, pero lamentablemente Renzo lo descubrió y se enredaron en una pelea en la que ambos terminaron con los labios partidos.
"La próxima vez que te metas con mi mujer te mato Arturo, ¡te mato!", escuché gritar a Renzo.
Arturo... siempre atento a mis necesidades, a mi dolor. Siempre secando mis lágrimas y luchando por sacarme una sonrisa. Tan distinto a Renzo...tonta de mí por haberlo rechazado, por preferir un amor enfermizo...¡pero yo no lo sabía! Renzo, mi primer amor. Fue él quien despertó en mí sentimientos desconocidos, sentimientos que me desvelaban y me sumergían en sueños mágicos. Fue él quien aceleró mi corazón cada vez que se me acercaba, cada vez que me tocaba y besaba. Fueron sus manos amorosas las que me llevaron al Paraíso y ahora, son sus manos rudas las que me arrastran al infierno.
¡Ay, Lina!, cuanto daría para que esto fuera una pesadilla y un día despertar a tu lado, abrazada al pecho cálido de mamá. ¿Por qué la muerte se llevó a nuestra madre dejándonos solas y vulnerables?, ¿por qué tuvimos que vivir esos años oscuros en el orfanato sufriendo agravios y humillaciones? ¿Por qué tanta injusticia con dos niñas pequeñas e inocentes? Sólo dos personas impidieron que cayera en la desesperanza: Ana y la hermana Elisa. Y no debo olvidar a Jacinta, nuestra querida Jacinta. Ellas fueron nuestro sostén, ¡siempre!, ¿verdad Lina?
Pero ahora no están, tú no estás, y yo, como un barco a la deriva zozobro en la tormenta. Si no fuera por Arturo y su gentileza...él me da ánimo y en no pocas oportunidades me ha protegido de Renzo. Las drogas y el alcohol están llevando a mi marido por el camino de la locura y esa locura la descarga en mí. Tengo miedo, Lina. No sé que hacer, como actuar. Por el momento, callo y espero.
Ana prometió regresar al país en marzo. Ya falta poco. Confío que su presencia tranquilice los arrebatos de Renzo y me libere de esta mi prisión.
Te quiero hermanita y te extraño inmensamente. Espero que para ti las cosas vayan mejor. Lamento tanto no haber pasado juntas estas fiestas, la absurda mentira de Renzo sobre mi enfermedad lo impidió. Renzo y su egoísmo, ¡siempre interponiéndose entre nosotras!
Pronto estaremos juntas, lo presiento. Con amor Lupe.

Releyó la carta varias veces, la apretó contra su pecho como queriendo plasmar en el papel todo el amor que desbordaba de su alma herida. La certeza que esas palabras jamás serían leídas por su hermana la entristecía y la tranquilizaba a la vez.
La entristecía no poder comunicarse con ella. La tranquilizaba que Lina se mantuviera al margen de su padecimiento.
Con determinación se secó las lágrimas, colocó la carta sobre un cenicero de plata y con la ayuda de un encendedor, incineró sus sentimientos y su dolor.


26 de Febrero de 1945
Querida Lupe:
                      Espero que ya te encuentres bien, recuperada de la hepatitis. He rezado mucho por ti en este tiempo.
No sé si llegará a tu poder esta carta. Ya te he escrito varias desde que me enteré de tu enfermedad y como nunca me has contestado, supongo que la hermana Milagros se encargó de evitar que se enviaran. No comprendo como esta mujer mezquina y maligna es sierva de Nuestro Señor.
Es tan distinta a nuestra querida hermana Elisa.
¿Te acuerdas con cuanta ternura nos protegía en el orfanato? ¿Qué hubiera sido de nosotras sin ella?
Fue ella la que te enseñó a tocar el violín y la que te infundió ese gran amor por la música.
Recuerdo aquella vez que estando con nuestras entrañables amigas: Mariela, Pecas, Lola y Josefina, nos confesaste que estabas enamorada. ¡La cara de la hermana Elisa! Se puso lívida. Y tú, muy pícara, le aclaraste que tu amor le pertenecía al gran Vivaldi. Todas, incluída la hermana Elisa, estallamos en carcajadas. Momentos felices y personas adorables que hicieron soportable nuestra estancia en aquel lugar lóbrego.
Siempre le pido a la Inmaculada que proteja a la hermana Elisa, esté donde esté.
Lupe, mi mayor deseo es seguir los pasos de esa mujer, parecerme a ella, poner mi vida al servicio de los que más necesitan. Quiero retribuir a la vida lo generosa que fue con nosotras.
Dios nunca nos abandonó, siempre puso en nuestro camino personas maravillosas que nos protegieron y amaron...Ana, la hermana Elisa, don Cosme, Jacinta y hasta Arturo. Bueno, Renzo es otra historia...
También rezo por él. Todas las noches le suplico a la Virgen que cure la violencia que lo esclaviza. Sé que lo amas, pero hermana, ese amor es nocivo y peligroso. Temo por ti aunque estoy segura que nuestra madre desde el cielo te protege y eso me da paz.
No debería contarte esto, pero los secretos nunca fueron mi fuerte.
He descubierto algo insólito y descabellado: las monjas tienen...¿cómo decirte?..una cárcel. ¡Así como lo oyes! En una zona prohibida al paso de las novicias, tienen prisioneras a jóvenes embarazadas de distintos estratos sociales. Las someten a trabajos forzosos, deben lavar, planchar, carpir la tierra y hasta levantar paredes si es necesario. Las maltratan, no las alimentan como lo requiere su estado...la verdad, pasan hambre las pobrecitas. Pero yo me estoy ocupando de cambiar esa situación. En complicidad con la hermana Corina, la cocinera, nos presentamos en la habitación de las muchachas con enormes canastas cargadas de alimento cuando las monjas están descansando en sus celdas.
Puedes creer que las jóvenes ni camas tienen, duermen en el suelo sobre arpilleras. Mi preocupación es el invierno, ¿con qué se cubrirán? Ya veré como lo soluciono.
La hermana Corina está asustada, no quiere que me involucre en este asunto, pero como no hacerlo.
Es inaudito que en la casa del Señor sucedan estas cosas. Hablaré con la Priora, lo he decidido y nada me hará cambiar de parecer.
¡Ay Lupe! Creo escucharte,"no te metas en problemas, acabarás mal". Sé que la hermana Milagros se pondrá furiosa por mi intromisión pero no puedo permanecer ciega ante tanta injusticia.
Ellas no han hecho mal alguno, sólo se han equivocado, pero esa equivocación que perjudica la honra de sus mayores y el desprecio de una sociedad pacata y puritana las ha convertido en esclavas.
¡Ni derecho sobre sus bebes tienen! Se los quitan al nacer y los dan en adopción con o sin su permiso.
Y lo que es peor, las monjas lucran con ello.
Mi deber es denunciar esta infamia y tratar de resolver este desquicio. Luego me iré, aquí reina el demonio.
No pienses que renunciaré a tomar los votos, ingresaré en otra orden y allí me prepararé para misionar.
Ansío que nos encontremos pronto, y por favor Lupe, no me regañes cuando eso suceda. Más que nunca necesito de tu apoyo, estoy convencida que actúo de la manera correcta.
¡Cuídate hermana! No te enfrentes a Renzo, es muy peligroso que lo hagas. Controla tu carácter guerrero, piensa...falta poquísimo para el regreso de Ana. Al convento ha llegado un telegrama donde me confirma que a principios de marzo estará con nosotras. ¡Que feliz me puse al recibir la noticia!
Con ella todo será más fácil, ya verás.
Sueño con volver a vernos. Te quiere, Lina.


La hermana Milagros rompió en pedazos la carta luego de leerla.
"Tonta entrometida, siempre metiendo las narices en lo que no te incumbe. Yo me encargaré de silenciarte y acabar con tu ambición de santidad".