Novelas en capítulos y cuentos cortos

jueves, 10 de noviembre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 46

"Quiero ser luz, quiero ser inalcanzable y hermosa, sin miedos como un pensamiento con alas".
Mary Oliver


Cárcel de Mujeres,  principios de Julio de 1945

Las hojas del calendario volaron como pájaros sin rumbo, desorientados por la lúgubre soledad y el silencio asfixiante.
Su cuerpo reclamaba a Arturo. Necesitaba su piel cálida, sus brazos poderosos que la contenían y protegían.
"¡Arturo!", gimió ocultando el rostro en la almohada para que nadie la oyera. Todas las noches soñaba con él. Ella corría a su encuentro, se abrazaban y en el momento del beso, alguien los separaba cruelmente, no alcanzaba a ver el rostro pero presentía que era Renzo. "¡Arturo!", gritaba, pero él se diluía convirtiéndose en bruma.
Se despertó en medio de la noche como solía hacerlo, con el alma desgarrada. Miró a su alrededor. Todas dormían, el ronquido de la Pioja, a pesar suyo, la hizo reír.
Se sentó en la cama, encogió las rodillas y las enlazó con sus manos. Apoyó la cabeza en la pared descascarada y rezó.
"Señor, por favor, que esta pesadilla termine. Creo que ya he pagado suficiente por la muerte de Renzo".
En realidad lo que más hacía sufrir a Lupe era el dolor de Ana.
La imagen del rostro devastado de su querida amiga, de la mujer que tan generosamente había ocupado el lugar de su madre le traspasaba el corazón como una espada de doble filo.
A la semana de estar en el Correccional una celadora laica le comunicó de mala manera que tenía visitas. Pensando que era Santillán o don Cosme que le traían buenas noticias, se apresuró por llegar hasta el locutorio siempre custodiada por la guardiana, una mujer corpulenta de pelo graso, y por supuesto, esposada.
Grande fue su sorpresa cuando se encontró con Ana. No supo que hacer. Se quedó petrificada en el umbral. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas macilentas. Sintió temor y confianza; alegría y tristeza; remordimiento y liberación... Sentimientos opuestos y entrelazados a la vez.
¿Qué hacer? ¿Cómo enfrentarla después de haber matado a su hijo? ¡La despreciaría! ¡La condenaría!
Los minutos corrían, se hacían eternos...
"Lupe, ¿me das un abrazo?", la voz de Ana estalló en su espíritu haciendo añicos el hielo que la atenazaba.
Y Lupe se refugió en esa mujer tan querida, tan preciada.
_ ¡Perdón!, ¡perdón! _ le suplicaba entre lágrimas.
_ Pequeña, te perdono. Tú sabes que te quiero y te perdono _ la consoló, el corazón oprimido por la emoción.
_ Yo no quise matarlo, pero él me obligó...estaba loco...cuando disparó contra Arturo me enceguecí _ Lupe se aferró con fuerza a Ana, negándose a soltarla.
_ Lupe, te comprendo. Si no lo hubieras hecho Renzo te habría matado. Además gracias a ti Arturo está vivo. No puedo negarte que mi corazón sangra por la muerte de mi hijo, pero fue él y sólo él, el artífice de su trágico desenlace.
_ ¡Ay Ana, Ana! ¡Cuánto lo siento!_ sollozó contrita.
_ Lupe _  la separó con cariño y mirándola a los ojos le confesó melancólica _ Aquí la única culpable soy yo.
_ ¿Tú? ¡Imposible! Siempre has sido una madre maravillosa.
_ No, Lupe, no. Desde el suicidio de mi marido siempre mantuve a mis hijos alejados de todo sufrimiento posible, dándoles todos los gustos. Jacinta, mi querida y leal Jacinta y hasta don Cosme, censuraban mi proceder."Sobrepotegerlos será perjudicial para los niños", solían decirme. Yo nunca les hice caso y finalmente ellos tuvieron razón. Crié dos muchachos irresponsables, altaneros y soberbios. Por ellos, tú y Lina, vivieron hostigadas esos terribles años en el orfanato. Luego, cuando por fin los enfrenté imponiendo mi autoridad y pude traerlas a vivir nuevamente conmigo, los muy granujas aprovecharon toda ocasión para atemorizarlas y humillarlas. Y cuando pensé que por tu amor Renzo había cambiado...¡mentira!, todo fue un espejismo. Santillán ya me ha contado las bajezas a las que te sometió mi hijo. ¿Por qué no acudiste a mí Lupe? Juntas hubiéramos encontrado una solución _ Ana estaba destrozada.
_ No quería preocuparte. El último tiempo se te veía tan feliz, orgullosa de Renzo y Arturo.
_ Es verdad, pensé que se habían encaminado. Si hasta abrieron un estudio jurídico..._ Ana estaba perpleja, no entendía el giro abrupto de los acontecimientos.
_ Renzo tenía una doble personalidad, durante el día era el respetable hombre de negocios, abogado prestigioso; pero por la noche era el "Lobo", un compadrito al que todos temían.
_ Y un violento, un abusador...¡ay Lupe!, ¡cuánto has sufrido!¿Cómo podré compensar tanto dolor?Te prometo que haré lo imposible por sacarte de este lugar _ afirmó con énfasis.
_ ¿Y Arturo? _ preguntó con timidez, con miedo a la respuesta.
_ Arturo está en terapia intensiva. Lo operaron y su estado es delicado, pero los médicos me han dicho que se recuperará. La bala entró y salió sin tocar áreas del cerebro cuya lesión hubiera sido mortal _ las noticias de Ana la reconfortaron. "Arturo, mi amor, cuánto daría por estar a tu lado", pensó afligida.
_ Ana, Arturo sí cambio. Él no es una farsa. Siempre estuvo a mi lado defendiéndome, protegiéndome de las locuras de Renzo.
_ Lo sé Lupe, lo sé... _ suspiró sobrepasada por los acontecimientos.
Ahora en las penumbras de la celda, Lupe revivía en su corazón cada una de las palabras de Ana.
Durante todos esos meses de encierro las visitas de Ana, de su abogado y de don Cosme la ayudaron a mantener viva la esperanza. La evolución favorable de Arturo la inspiraba a seguir luchando, a no darse por vencida.
¡Casi cuatro meses sin verlo!¡Una eternidad! Pero ese día se reencontrarían, Ana se lo había prometido.
"Lupe, ayer le han dado el alta a Arturo. Está desesperado por verte. Vendrá el domingo", le comunicó Ana.  Y  finalmente había llegado el día. "Además te daremos una excelente noticia", agregó con una nota críptica que inquietó a Lupe.
_ ¿No dormís? _  le preguntó Mary, la tuerta, restregándose los ojos _ ¡Ah!, hoy viene tu novio, ¿no?
Lupe asintió con el rostro iluminado por la ilusión.
_¡Dichosa de vos!_ exclamó con una pizca de envidia.
Las agujas del reloj se obstinaron en una carrera lenta que retrasaba la hora del encuentro.
Los nervios consumían a Lupe, ¿qué decirle?, ¿qué aspecto tendría?, ¿cómo la vería él a ella?, ¿la encontraría bonita? Seguramente no. Esa mañana lo había confirmado al verse en el único espejo que se encontraba en los baños. Ojerosa, el cabello opaco, la piel débil y tirante..."¡Horrible, estoy horrible!", lloró frustrada ante su imagen.
Sin embargo, sin amedrentarse, por la tarde, luego del almuerzo, trenzó su cabello y planchó su uniforme gris, que a pesar de los zurcidos quedó bastante presentable.
_ Mirá lo que te traje _ Zulma, la morocha, se le acercó junto a la tuerta y a la Pioja escondiendo algo en su mano derecha. Venían divertidas y entusiasmadas.
_ ¿Y eso? _ quiso saber Lupe contagiándose del buen humor de las mujeres _ ¡Un labial!, ¿de dónde lo sacaste Zulma? _ gritó regocijada.
_ Se lo compré a la Raquel.
_ ¿A quién? _preguntó sin apartar la mirada del tesoro que brillaba ante su vista.
_ La Raquel, la olfa de sor Beatriz....la chupamedias, ¿entendistes ahora? _ le aclaró _ Me costó un huevo y la mitad del otro, pero lo conseguí. Tomá, ponete linda pa´tu Arturo.
_ Zulma, me impresiona tu generosidad...¡qué te preocupes asi por mí! _ Lupe emocionada le tomó las manos y la besó en ambas mejillas.
Zulema se retorció incómoda por el gesto de cariño de Lupe. ¡Hacía tanto tiempo que no recibía un gesto de afecto!
_ Si no nos ayudamos entre nosotras, nos devoran los de ajuera...creo que algo así dice el "Martín Fierro" _ acotó muy seria la Pioja y todas estallaron en carcajadas.
Lo que nunca se enteró Lupe fue que Zulma había cedido a Raquel la cena de una semana como pago por el dichoso lápiz labial.
Cuando la celadora, con voz de flauta, apareció para llevarlas hasta el locutorio donde aguardaban las visitas, Lupe era un manojo de nervios.
Se sintió morir al verlo entre los familiares de las reclusas. Delgado..."¿Cuántos kilos habrá perdido?", pensó contrariada. Demacrado..."Todavía está reponiéndose de la operación", se afligió. "Pero a pesar de todo, sigue siendo ¡tan buen mozo!", sonrió con placer mientras se enjugaba las lágrimas.
Él fue a su encuentro con paso decidido, atropellando a los que se interponían en su camino. Ella lo observaba embelesada. "Esto no es un sueño, Arturo verdaderamente está aquí".
Cuando estuvieron frente a frente, él la estrechó contra su pecho. Ella quiso abrazarlo también, pero las esposas se lo impedían. Las palabras sobraban. Ellos deseaban únicamente tocarse, besarse.
Las miradas curiosas no los incomodaron, no prestaron atención a las diálogos soeces de las personas que los rodeaban, no escucharon cuando Santillán los llamaba ni cuando Ana los instaba a reunirse con ellos.
Sólo existían ellos y el inmenso amor que se profesaban.
_ Pérdoname Lupe, no supe defenderte. Por mi culpa estás en prisión. ¡Perdóname querida! _ la estrechó con más fuerza deseando estar en su lugar, deseando cargar con todo el dolor de ella.
_ Shh _ Lupe lo silenció _ no digas eso. ¡Si casi perdiste la vida por detener a Renzo! Te amo Arturo y no te imaginas cuanto te necesito. Los días aquí me parecen interminables, pero ahora que sé que estás bien la esperanza aligera mi alma.  Tengo un secreto guardado desde hace un tiempo y muero por compartirlo contigo.
_ Yo también tengo algo importante para ti. Le he rogado a Santillán que me permitiera decírtelo. Mamá quería ser la portadora de la noticia, pero yo me impuse. Lupe...dentro de una semana será tu juicio. Santillán está seguro que logrará tu excarcelación, probará tu inocencia, mi amor, y te juro que esta vez nadie nos separará.
Lupe, estremecida, lloró de felicidad sobre el hombro de Arturo.
_ ¿Y tu secreto? Dime, ¿cuál es ese secreto, pequeña? _ le preguntó secando con ternura las lágrimas que rodaban por las mejillas de Lupe.
_ Vamos a tener un hijo...