Novelas en capítulos y cuentos cortos

miércoles, 5 de octubre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 41

"Hombre pequeñito que jaula me das.
 Digo pequeñito porque no me entiendes,
 ni me entenderás. Tampoco te entiendo,
 pero mientras tanto ábreme la jaula
 que quiero escapar. Hombre pequeñito 
 te amo media hora, no me pidas más".   Alfonsina Storni



Todo pasó tan rápido, como un rayo fugaz en medio de la tormenta, que Lupe pensó que aquello era producto de sus miedos más profundos: ser descubierta en brazos de Arturo por Renzo. Sin embargo, su marido no pudo calibrar la situación con la que se encontró al traspasar el umbral del salón porque cayó inconsciente tras nombrarla con sus últimas fuerzas, "Lupe, mi amor".
Ella, sobresaltada, se desprendió con violencia de los brazos de Arturo que intentaban retenerla y corrió hacia el cuerpo desvanecido.
_ ¡Renzo!, Dios mío, ¿qué te ha ocurrido? _ se desesperó mientras palpaba la herida de arma blanca provocada en el costado izquierdo, debajo de las costillas.
_ ¡Arturo, por favor, llama una ambulancia!
Arturo observaba absorto la escena. Imposible trasladar a su hermano al hospital, allí intervendría la policía...¡imposible!, Renzo acabaría en la cárcel.
"Seguramente se enfrentó con el Pardo, ese loco se la tenía jurada desde la última partida de póker en la que se sintió estafado por nosotros, ¡maldito sea!"
_ ¡Arturo, date prisa!, la hemorragia no se detiene _ los gritos de Lupe lo sacaron de sus cavilaciones. Tomó una determinación. Se dirigió al teléfono y marcó el número que tantas veces los salvó en situaciones parecidas a ésta, no tan graves, pero sí, comprometidas.
_ ¿Negra? Habla Arturo Gamazo, decile al "Doc" que lo necesito con urgencia, que se tome un taxi y que se venga inmediatamente para mi casa. Sí, sí, él sabe la dirección. El Pardo hirió al Lobo.
Lupe, con las manos manchadas de sangre caliente y pegajosa, acariciaba el rostro pálido de Renzo, ese rostro que amó con todas sus fuerzas, ese rostro que creyó odiar y que ahora ya no sabía que sentimiento le despertaba.
"Puede morir", se dijo acariciando la idea de ser libre al fin. "Dios mío, perdón por mi vileza, haré todo lo que esté a mi alcance por salvarlo, pero en el fondo de mi corazón deseo que muera, que deje de torturarme".
_ El doctor está en camino _ le anunció Arturo arrodillándose a su lado junto a Renzo.
_ Hermano, tú y tus bravuconadas, mira lo que han provocado.
_ ¿Qué quieres decir Arturo? ¿Tú sabes que le pasó a Renzo? ¿Tú sabes quién le hizo esto? _ lo encaró alarmada.
_ Luego te explico, primero que Renzo esté fuera de peligro, eso es lo que importa _ con esa respuesta Arturo cortó toda posibilidad de protesta, debía dilatar el momento de la verdad.
El doctor no tardó en llegar. Con manos expertas curó la herida, la desinfectó y cosió. Con ayuda de Lupe la vendó. Luego, con mucho cuidado, él y Arturo lo llevaron hasta el dormitorio. Allí, entre todos lo desvistieron y le pusieron ropa limpia.
_ Le inyectaré este calmante y tú, Arturo, compra estos antibióticos _ con letra ilegible los anotó en una hoja de papel con su sello profesional._ Tranquila señora, su marido se recuperará. La herida no ha sido tan profunda, no ha lesionado ningún órgano. ¡Ay Lobo, Lobo, tú sí que tienes más vidas que un gato!
_ ¿Lobo? _ preguntó Lupe perpleja.
_ Luego te explico _ le repitió con dureza Arturo.
Lupe optó por callar, esperaría que el médico se retirara y después...
El doctor Mejía, una vez que dadas las indicaciones para el cuidado de Renzo, se despidió prometiendo regresar al día siguiente.
_Gracias Doc, con ésta le debemos...
_ No me deben, soy yo el que siempre estaré en deuda con ustedes. Cuida del Lobo, es impulsivo, pero de buen corazón.
Mientras veía al doctor alejarse en un Ford gris por las calles encharcadas, Arturo pensó:
"Impulsivo, sí. De buen corazón, quizá. ¡Hermano, a pesar de todo te quiero!", y en ese instante de soledad el llanto lo sorprendió indefenso.
Al regresar al salón, encontró a Lupe sentada cerca de la ventana. Su mirada perdida en la oscuridad de la noche.
_ ¿De qué se trata todo esto Arturo? _ lo expresó con serenidad, pero contrariada.
_ ¿Cómo está Renzo? ¿Despertó? _ trató de evadir el interrogatorio.
_ ¡Arturo! _ gritó exasperada, ya sin paciencia. _ Dime la verdad.
_ Esta bien. Durante mucho tiempo Renzo y yo frecuentamos los garitos de los arrabales. Apostábamos fuertes sumas en juegos como el póker. Allí conocimos gente de mala ralea, "compadritos", los llaman. A veces ganábamos, otras perdíamos, siempre en medio de peleas y enfrentamientos "patoteros". Cuando me di cuenta de lo importante que eras para mi, lo abandoné todo. Nunca más pisé esos lugares, lo mismo hizo Renzo, pero su resistencia fue breve. Cuando regresaron de su viaje de bodas, él volvió a enzarzarse con aquellas gentes. El Pardo, uno de nuestros enemigos, se la tenía jurada. Creo que fue él quien lo hirió.
Arturo mantuvo en secreto los amoríos de Renzo con las prostitutas de "El Gato Negro", no deseaba abochornar aún más a Lupe.
_ El doctor Mejía, ¿no denunciará este episodio? _ se preocupó Lupe.
_ Tranquila, el Doc no hará nada que nos perjudique. Aunque no lo creas nos tiene en alta estima. Con Renzo lo ayudamos hace unos años a saldar una deuda de juego. Gracias a nosotros no perdió su casa.
"Dios Santo, son todos iguales, ludòpatas incorregibles", pensó con frustración Lupe.
_ ¿Por qué el doctor lo llamó Lobo? _ quiso saber.
_ Así apodan a Renzo en esos lugares, por su fiereza, ¿comprendes? _ Arturo se sentía acorralado entre la lealtad a su hermano y su amor por Lupe.
_ Buen apodo...Renzo, el Lobo _ la reacción de Lupe sorprendió a Arturo.
Una semana después del incidente, Renzo comenzó a alimentarse con normalidad y gradualmente fue reintegrándose a la vida cotidiana. Igualmente debía continuar con el reposo hasta su total recuperación, según las directivas del doctor Mejía.
Renzo y Lupe apenas se dirigían la palabra. Ella lo atendía con esmero pero sin demostrar cariño.
Renzo la observaba y sufría el desamor.
Dormían en cuartos separados.
_ Quédate conmigo, extraño el calor de tu cuerpo junto al mío _ suplicaba él.
_ Es por tu comodidad _ mentía ella.
En varias ocasiones trató de tocarla, pero ella se apartaba con brusquedad.
"No huyas de mi, te necesito", pensaba él.
"No me toques, me das asco. ¡Mentiroso! Siempre me has mentido", pensaba ella.
Una semana después, la cena fue interrumpida por un llamado que destruyó a Lupe.
_ La llaman del convento señora _ le comunicó una de las mucamas.
Lupe se alegró, seguramente sería Lina. Por fin volvería a escuchar la voz de su hermana. Tenía tanto que contarle. Arreglarían una visita para el día siguiente. Renzo no se opondría y si lo hacía, ella escaparía. Ya estaba harta de Renzo y sus imposiciones.
_ ¡Hola! ¿Lina? _ preguntó expectante, llena de alegría.
_ No señora Gamazo, soy la Priora Concepción. Lamento decirle que su hermana ha sufrido un accidente.