Novelas en capítulos y cuentos cortos

sábado, 6 de mayo de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.21

"En los espejos de muchos juicios mis manos tienen color de sangre. 
 Yo soy una parte del mal que existe en el mundo y en la Sombra".
Roger Zelazny 


Cerró con dos vueltas de llave la puerta del galpón y comenzó a caminar por las calles de tierra observando con curiosidad a las personas que transitaban por el lugar. Muchos negros harapientos, algunos gauchos con aspecto ladino, varios indios desarrapados.
Él era el extraño, "el bicho raro". Nadie parecía prestarle atención. Sin embargo, lo conocían y le temían. Para esa gente ignorante y supersticiosa, él era Mandinga. Al pasar a su lado se santiguaban invocando la protección de sus santos patronos. "Cruz diablo", murmuraban en voz baja.
Se detuvo ante un grupo de mulatas que venían del matadero. Arrastraban las entrañas de un animal, de una vaca quizá...Sus ropas manchadas de sangre.
El olor a sangre despertó su apetito. Buscó una fonda en los alrededores. Al entrar, eligió una mesa ubicada en un rincón oscuro. Se sentó en un banco tosco y llamó al mesero.
El hombre se acercó arrastrando los pies, las alpargatas agujereadas dejaban al descubierto el dedo gordo. Su aspecto era repulsivo: el cabello, largo y grasoso, lo llevaba atado en una coleta con un trozo de cuero; manchas de aceite resaltaban en su camisa ordinaria que, incapaz de cubrir su prominente vientre, se abría a la altura del ombligo dejándolo expuesto a las miradas.
_ ¿Qué va a comer su señoría? _ un fuerte aliento a cebolla impactó en el olfato de Imanol _ Tenemos guiso de mondongo y puchero.
_ Puchero y una botella de vino carlón _ respondió contando mentalmente el número de dientes podridos que se asomaban en la boca del hombre.
_ Ta´güeno, enseguidita le traigo la orden, su señoría.
Un rato después, un chiquillo de unos diez años, descalzo y con la ropa mugrienta, limpió la mesa con un trapo descolorido. Luego colocó delante de Imanol un plato hondo, una cuchara de madera, una hogaza de pan casero y una botella de gres.
_ ¿Cómo te llamas? _ preguntó Imanol con simpatía.
_ Me dicen "Gorrión" _ respondió sorbiéndose los mocos. El apodo hacía honor a su aspecto: delgado como una rama raquítica a punto de quebrarse...frágil y vulnerable, el perfil que subyugaba a Imanol.
_ "Gorrión", muy interesante, y dime Gorrión, ¿tu madre trabaja aquí también? _ se interesó.
_ No, don. Nunca conocí a mi máma. Hace unos años me escapé del convento de los dominicos. Ahí me abandonaron y los curas me cuidaron _ explicó sin levantar la vista mientras se rascaba los testículos.
_ ¿Y por qué te escapaste? _ Imanol quería ganarse la confianza del niño.
_ Porque eran unos hijos de puta. Me hacían trabajar día y noche, y si no los obedecía, me pegaban con un rebenque. Así que me escapé y don Nicanor me dio este trabajo a cambio de un techo y comida.
_ Yo también puedo darte trabajo y a cambio de unas monedas de plata _ lo tentó con astucia.
_  ¿De en serio, don? ¿Y qué tengo que hacer? _ se interesó. "¡Por fin me vua´poder comprar un barrilete pa´ hacerlo volar cerca del río!", se ilusionó.
_ A unas cuadras de aquí está mi laboratorio. Soy médico, ¿sabes? Allí realizo investigaciones, por eso es necesario que el lugar esté inmaculado, es decir, debe estar bien limpio, ¿entiendes?
_ Usté quiere que yo lo limpie _ Gorrión no daba crédito a su buena suerte. Con gusto limpiaría el mismo infierno con tal de tener su soñado barrilete.
_ Exacto. Pero, atención, debes tener mucho cuidado. Mi instrumental es muy valioso y si llegara a romperse...
_ No se priocupe don, yo soy muy pero muy cuidadoso _ prometió con el corazón desbocado.
_ Perfecto, entonces comienzas mañana por la noche cuando termines aquí. Toma esta moneda, es un adelanto _ lo miró con intensidad y apetencia, saboreando un bocadillo exquisito de antemano.
_ Gracias don _ el niño estaba extasiado, jamás había tenido en sus manos semejante tesoro.
_ Y esta es la llave, no la pierdas. Estarás solo, así que, te repito, sé prudente y responsable _ ni la mirada severa ni el rictus adusto dibujado en la boca de Imanol, hizo que Gorrión se amedrentara. Tenía una moneda de plata y eso era la gloria para él.
_ Ya va a ver lo limpito que le dejo todo, don. Y ahora le traigo el puchero que está para chuparse los dedos, enseguidita vuelvo _ desapareció como una exhalación para regresar con un plato humeante.
_ Pa´usté don. ¡Coma, coma!, va a ver lo rico que está. _ dijo con una amplia sonrisa de satisfacción._ Si necesita alguito más me chifla _ y después de desearle buen provecho se puso a barrer el frente de la fonda.
Imanol se deleitó con el plato criollo, una mezcla de carne de vaca hervida con papa, zapallo, choclo, acelga y cebolla.
Al terminar, pagó con generosidad dejando tras de sí a Don Nicanor, el propietario, de parabienes.
En la puerta se encontró nuevamente con Gorrión. Aprovechó entonces para señalarle su "laboratorio".
_ Recuerda, mañana por la noche _ simulando afecto le revolvió el cabello, irsuto como púas de erizo.
_ Me voy a ricordar, don, quedese tranquilo _ contestó risueño.
Y mientras Gorrión barría cantando una alegre copla, Imanol se dirigió hacia la casa de los Aguirrezabala.
El golpe seco de la aldaba anunció su llegada. Lo recibió Lola de mala manera, Imanol le resultaba antipático.
_ ¿Se encuentra tu ama? _ le preguntó con aire de superioridad.
_ Yo no tengo "ama". Hace rato que se termino la esclavitú señor...
_ Para ti, su Excelencia, Conde de Treviño _ la miró displicente empujándola hacia un lado. Con paso rápido atravesó el zaguán y entró en la sala. Lola corrió detrás de él gritando:
_ Don, digo señor, digo ecelencia...¡espere! _ con furia sujetó el faldón del saco para detenerlo, pero Imanol giró con rapidez y le golpeó la cabeza con el bastón.
_ ¡Impertinente!, ¿cómo te atreves a poner tus sucias manos en mí? _ se encolerizó.
_ ¡Y usté no sea atrevido! _ le respondió con altivez.
_ ¿Qué sucede? Lola, ¿qué es este alboroto? Doctor Imanol, ¡que sorpresa!, ¿acaso Lola lo importunó? _ Mercedes, en ese preciso momento, entraba en la sala  por otra puerta.
_ Lamento decirle doña Mercedes que su esclava es sumamente grosera _ manifestó con fastidio.
_ Discúlpela doctor Imanol, está con nosotros desde que era una niña y a veces se toma atribuciones que no le corresponden _ Mercedes trató de calmar los ánimos aunque a ella también le importunaba la visita del hombre.
_ ¡Yo no soy una esclava! _ repitió la negrita con terquedad y provocando el asombro de Imanol que la miró con desprecio.
_¡Lola!, ya basta. Ve a la cocina y prepara el mate.
_ Yo no bebo mate, es una costumbre insalubre _ Mercedes y Lola quedaron petrificadas y boquiabiertas. "Mucho título y poca educación", pensó Mercedes apabullada por el desaire.
_ Si no es molestia prefiero un té inglés, si es que tienen, claro _ recalcó tratando de parecer amable aunque no lo consiguió.
_ Lola prepara un té para el Conde. ¡Vamos, muévete de una buena vez!_ la apuró Mercedes. La presencia de ese hombre la enojaba, cuanto antes se fuera mejor.
_ Por favor, doctor...o prefiere que lo llame Conde _ Mercedes ya estaba mareada con tanto título.
_ Doctor está bien doña Mercedes. Y la señora Lourdes, sería un placer presentarle mis respetos _ dijo más calmo tratando de recuperar su máscara de hombría de bien.
_ Lourdes acaba de salir. Fue a visitar a su amiga Clara Insúa.
_ ¡Que pena!, ¿y los niños?, ¿fueron con ella? _ preguntó como al pasar mientras apoyaba el bastón y el sombrero sobre uno de los sillones.
La pregunta extrañó a Mercedes.
_ Los niños están con Tina. Es su hora de estudio. Tina, la madre de Rafael, estuvo casada con un maestro y durante mucho tiempo lo ayudó en la tarea de enseñar, de manera que ella se ocupa de instruir a los pequeños y ellos lo disfrutan _ Mercedes se sentía incómoda, Imanol la ponía nerviosa.
_ Me ha dicho Bautista, es decir, Rafael _ sonrió forzadamente _ que a Miguelito le apasiona la lectura. Por eso me tomé el atrevimiento de traerle un obsequio. Una historia de caballeros del escritor escocés Walter Scott. ¿Cree que le gustará? _ Imanol, actor consumado en el arte de la simulación, buscó congraciarse con la anfitriona.
_ Seguro, Miguelito es un apasionado de las historias medievales. Se pondrá feliz _ la conversación se interrumpió al llegar Lola con una enorme fuente de plata. La depositó con cuidado sobre una mesa que acercó al invitado. Cuando se disponía a servir, Mercedes la detuvo.
_ Yo sirvo el té Lola, podés irte, gracias _ Mercedes no deseaba más enfrentamientos entre la negra y el Conde, no era bueno para sus nervios que estaban a punto de estallar.
Con elegancia tomó la tetera y sirvió la infusión comprobando que estaba en la temperatura ideal. Imanol saboreó el té y dio su visto bueno. Mercedes respiró aliviada.
Unos gritos de algarabía provenientes del patio los alertaron de la finalización de la hora de estudio. Mercedes se asomó por la puerta y llamó a los niños que jugaban al gallito ciego con su abuela Tina. Mercedes sonrió al verlos, Tina era otra desde la aparición de Rafael, si hasta parecía más joven. Ya no lloraba por los rincones, dejó de ser pesimista y su amargura se transformó en dulzura.
_ ¡Miguelito! _ lo llamó _ el doctor Imanol tiene un presente para ti.
El niño dejó de perseguir a su hermanita y corrió hacia su abuela Mercedes.  Alba quiso acompañar a su hermano pero Tina la detuvo.
_ Yo también quiero ir. ¿Por qué a mí nadie me hace regalos? ¡Siempre a Miguelito! _ se quejó enfadada.
_ Basta de caprichitos. Vamos a la cocina a tomar un rico chocolate _ la tentó Tina.
Mercedes y Miguel las vieron alejarse, Alba brincando y  Tina tarareando una alegre melodía.
_ ¿Un regalo para mí? _ preguntó vivaz. Mercedes lo tomó de la mano y le presentó a Imanol.
_ Este señor es un buen amigo de tu tío Lorenzo y de Bautista.
_ ¿Bautista?  Prometió llevarme a la redacción del diario en el que trabaja. No veo la hora de ir _ dijo ilusionado. Imanol se impresionó por el gran parecido con Bautista. "El mismo cabello, los mismos ojos...ojos en los que me gustaría perderme". Reprimió el impulso de acariciar la carita arrebolada que lo observaba espectante. "Ya tendré tiempo para eso y mucho más".
_ Miguelito, como Bautista me ha dicho que te encanta leer, te he traído este libro que narra las aventuras de un caballero medieval, Ivanhoe _ y ante los ojos desorbitados del niño desenvolvió un exquisito ejemplar de tapas de cuero repujado _ Ivanhoe era un joven y valeroso caballero que luchó a muerte en un sin fín de combates en defensa del honor, escaló muros de castillos, fue herido, capturado por sus enemigos y liberado más tarde y hasta lidió con el amor de dos mujeres : la judía Rebeca y la aristócrata lady Rowena _ Imanol logró su cometido, capturar la atención y la confianza del niño.
_ Muchas gracias señor, ya mismo lo voy a empezar a leer _ expresó con alegría.
_ Hazlo y dentro de unos días volveré así comentamos la historia, ¿quieres? Claro está, si a tu madre y a tu abuela les parece correcto _ se corrigió al notar el semblante severo de Mercedes.
_ Me parece bien doctor. Conozco la historia y es sumamente educativa, resalta los valores morales que lamentablemente muchas veces los hombres olvidan y menosprecian _ Imanol sintió que Mercedes lo involucraba en aquel comentario pero, ¿por qué? ¿Es que sospechaba? ¡Imposible! Ella era un pobre vieja y él, un lobo astuto y sanguinario.
_ Ahora me retiro doña Mercedes. Muchas gracias por el té, estaba delicioso. Mis saludos a Lourdes, espero verla en mi próxima visita. Hasta entonces Miguelito _ Imanol le dio un apretón de manos al niño y besó la mano de Mercedes. " Todo un caballero, aunque... Coincido con Lorenzo, el Conde de Treviño es un personaje siniestro. No lo quiero en mi casa".









lunes, 1 de mayo de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.20

"La tibia fragancia de su alcoba encendía en mí,
 como una tortura, la voluptuosa memoria de los sentidos".
Ramón del Valle-Inclán

"Me sumerjo en un mar de sedas y encajes. Buceo, impertinente,  a través de una piel prístina y fragante que enloquece mis sentidos. Huelo, saboreo, acaricio. Todo es perfecto. Ella jadea, grita mi nombre y yo me disuelvo en su interior. Ardiente, escudriño su rostro. Las sombras lo ocultan. Desesperado tanteo en las tinieblas buscando una lumbre. Ella detiene mi mano y la lleva a su boca. Besa cada uno de mis dedos, los acaricia con su lengua aterciopelada y yo estallo en mil pedazos. La pasión me consume, me tritura, me devora. Cabalgamos descontrolados, arrebatados por un fuego fatuo que nos envuelve sin herirnos. Me tortura el secreto de su rostro, necesito descubrirlo. Un rayo de luna viene en mi auxilio y el brillo de dos esmeraldas me enceguece..."
"Esos ojos, esos ojos...es Lourdes, la mujer que me atormenta en sueños es ella. Lourdes, mi dulce tormento". Rafael, sentado en su cama en medio de la noche, despertó alarmado. Se sirvió una copa de agua fresca de la jarra que Candelaria acostumbraba poner para él sobre la cómoda. Necesitaba aclarar las ideas.
"¿Por qué no puedo sacar de mi cabeza a esa mujer? ¿Qué significa para mí?", se preguntó aunque él ya conocía la respuesta: amaba a Lourdes. Sin embargo, presentía que ese sentimiento no era nuevo, que yacía dentro de su corazón desde siempre.
"Basta de mentirme, la amo y estoy seguro que ella también me ama. Lo veo en sus ojos, en sus gestos. El perfume de su piel me perturba. Debo hablar seriamente con ella. Debemos sincerarnos, sé que algo me oculta y debo saber qué es".
La repentina decisión lo tranquilizó. Apoyó la cabeza sobre la almohada y esta vez pudo conciliar el sueño, un sueño sereno que lo distendió.
Por la mañana, Rafael despertó de buen ánimo.
Pensó en compartir su descubrimiento con Imanol y Amelia, pero luego desistió. En parte se sintió culpable de no hacerlo ya que gracias a las infusiones recetadas por Imanol estaba recuperando de a poco la memoria. Sin embargo había algo en el médico que no le agradaba. La forma en que lo miraba por momentos lo exasperaba, en los ojos almendrados del hombre había deseo. Al principio no le dio importancia, pero como la situación se volvió recurrente se preocupó y comenzó a evitarlo.
Y por otra parte, Amelia se estaba volviendo insoportable. Le fastidiaba que fuera tan absorbente, tan celosa. "No la comprendo. Nunca alenté entre nosotros algo más que no fuera una buena amistad".
Luego de acicalarse fue hasta la cocina a desayunar. Allí encontró a Candelaria preparando la masa de unos buñuelitos de naranja. Sobre el fogón, en una gran olla de cobre bullía un aromático chocolate.
_ Buenos días Candelaria _ Rafael la sorprendió.
_ Bautista, ¿qué hacé levantao´ tan tempranito? ¡Ah! ya sé, no queré encontrarte con los copetudos. Hace bien, esa Amelia es insoportable. Hay veces que me gustaría agarrarla de los pelos y arrastrarla por tuita la casa. No pongás esa cara Bautista, como tengo confianza con vo´ te digo lo que siento. Si sigo en esta casa es por el Joaquín que me pidió que te cuidara, que si no ya me habría mudado pa´las casas del Joaquín y la Clarita, que es una alma de Dios _ Candelaria despotricaba y al mismo tiempo freía los buñuelos en una sartén de hierro. Una vez hechos, los depositaba en una fuente de losa azul.
_ Asi que sólo estás acá porque te lo pidió Joaquín. Yo pensaba que algo me querías, negra linda _ le dijo Rafael con picardía mientras engullía los buñuelos calientes.
_ ¡Cuidao´que se va a quemá! Pucha que te quiero Bautista, si tuititas las noches le prendo una vela a San la Muerte pa´ que te ricuerde de todo _ Candelaria se apartó del fogón, se acercó al hombre y con afecto maternal le acarició la cabeza.
_ Gracias Cande, sos un amor.
_ Y ahora tomate este rico chocolate. Basta de esos yuyos ajquerosos que le da el dotor Imanol, otro que no es santo de mi devoción _ lo que no mencionó Candelaria fue que hacía tiempo que no obedecía las órdenes ni de Imanol ni de Amelia. Ella, por decisión propia, había dejado de darle las infusiones prescritas. Sus espíritus le habían susurrado que los hermanos buscaban dañar a Bautista y ella no lo iba a permitir.
Dos horas más tarde, Imanol y Amelia, disfrutaban su café en la sala.
_ Estos buñuelos son un verdadero manjar Candelaria _ la felicitó Imanol.
_ Si, están buenos aunque demasiado dulces _ objetó displicente Amelia. Candelaria se mordió la lengua para no retrucar. "La próxima vez los voy a espolvorear con veneno, maldita perra".
_ Un poco más de café, Candelaria _ pidió Imanol.
_ ¡Por Dios!, ¿cómo puedes repetir? ¡Está horrible!, demasiado fuerte y tibio. ¿Cuándo aprenderás negra tonta? _ Amelia desquitó su malhumor por la ausencia de Rafael en el desayuno con la pobre Candelaria _ ¡Retírate! _ la despidió tajante. Candelaria, agradecida por no tener que soportarla más, huyó a la cocina.
_ Yo también me retiro _ dijo sonriente Imanol levantándose de la mesa.
_ ¿Dónde vas? Si puede saberse, claro _ preguntó con suspicacia Amelia elevando una de sus cejas prolijamente delineada.
_ A la casa de los Aguirrezabala.
_ ¿Y para qué? _ se alteró _ Estoy harta de Lourdes y toda su familia. Por mí que se la lleve el mismísimo diablo.
_ No lo invoques hermanita que puede hacerte caso.
_ ¡Ojalá! Cualquier ayuda me vendrá bien _ con furia tiró la servilleta de lino sobre la mesa. Imanol, caballerosamente, le corrió la silla y ella lo acompañó hasta el zaguán luego de alcanzarle el sombrero de copa y el bastón con mango de oro.
_ No me has dicho para qué vas a esa casa _ le remarcó con voz acre.
_ No seas tan curiosa, a su debido tiempo lo sabrás. Pero quédate tranquila, todo lo que hago es para lograr nuestro propósito: separar a Lourdes de Bautista. Hasta la noche, hermanita _ y rompiendo su costunbre la besó en la mejilla dejándola anonadada.
Al doblar la esquina, Imanol perdió de vista a su hermana. "Ya veré cómo librarme de ti también", masculló.
Caminó dos cuadras. Detuvo un coche de alquiler y le indicó que lo llevara a los suburbios de la ciudad.
Media hora después se cercioraba que todo estuviese en orden en su guarida. El negro Tadeo había hecho bien su trabajo: ningún indicio de muerte reciente. Manchas de sangre, ninguna;  la jaula donde encerraba a sus víctimas, perfectamente limpia; ambiente impecable, libre de olor a heces y orines.
Satisfecho cerró con doble llave la puerta del galpón y se encaminó con buen ánimo hacia la casa de Lourdes.
_ Hasta la calle de la Santísima Trinidad, rápido _ le dijo al cochero que lo esperó paciente por las dos monedas de oro prometidas.
"Y ahora a entablar amistad con el pequeño Miguel. Hermanita invocaste al demonio, ya verás como no te decepciona. Hermanita, yo soy el demonio".