Novelas en capítulos y cuentos cortos

sábado, 30 de enero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 10

"La manera en que la noche
 se conoce con la luna, sé eso conmigo.
 Sé la rosa más cercana 
 a la espina que soy".        
Jalal ud-Din Rumi



La habitación daba vueltas a su alrededor. No era por la herida ni por la tisana de tilo. La figura de su abuela se tornó borrosa por las lágrimas que opacaban su visión.
La voz de Mercedes, siempre cálida y tierna, sonaba dura...seca.
_ Es una locura, Lourdes. Totalmente descabellado.
_ Pero abuela, ¡lo quiero! _ gimió.
_ ¡Un mazorquero, Lourdes! ¡Un mazorquero!
_ Él no es un mazorquero, su padrino lo es.
_ ¡Ja! Ciriaco Cuitiño, un asesino, un hombre vil y arribista _ intervino Lorenzo, enfadado por la confesión de su sobrina.
_ Pequeña, lo único que deseo es tu felicidad y donde la buscas no está.
_ No diga eso abuela _ Lourdes estaba destrozada. ¿Con qué palabras expresarles que su corazón latía al compás del corazón de Rafael?
_ Querida, la Mazorca es una organización temible, es el brazo armado de Rosas, ¿comprendes? Asesinan a sangre fría. Muchos de mis amigos fueron torturados cruelmente y algunos fueron fusilados sin juicio previo. Y eran inocentes, Lourdes, ¡inocentes!_ Lorenzo se contuvo para no abofetearla, debía dominar su violencia.
_ ¿Y si ese joven finge amor para vigilarnos? ¿Y si me están espiando por el problema de mis tierras? _ continuó irascible Lorenzo.
_ Esa suposición es un disparate, tío. Rafael me quiere, su padrino no está enterado de nuestra relación. Además yo nunca mencioné ni su nombre ni su conflicto con las tierras que tiene arrendadas _ se ofendió.
_ Esa gente no es de fiar, querida, nosotros sólo queremos tu bien _ Mercedes se acercó al sillón donde estaba recostada Lourdes. Con su pañuelo de encaje le secó las lágrimas y la besó en la frente.
_ Abuelita, entiéndame, ¡lo quiero! _ insistió con firmeza.
_ ¡Insensata! _ gritó Lorenzo con rudeza.
_ Lorenzo, por favor, con exabruptos no solucionamos este dilema. Lourdes, perdí a tu madre, no quiero perderte a ti también. Tu amor por ese mazorquero es un peligro para todos, debes comprender.
_ Es verdad, querida _ Lorenzo más calmado, apeló al razonamiento _ Bien sabes que no estamos de acuerdo con la política de ese loco. Cercena nuestros derechos, pisotea la libertad...Desea manejarnos a su antojo implantando el terror. ¡Tantos jóvenes desaparecidos!, capaces, instruídos, amantes del progreso, defensores del libre albedrío. ¡Rosas impone su pensamiento y a los que se le oponen, los decapita! _ explotó indignado.
_ ¡Rafael no es como Rosas!_ chilló furiosa.
_ Pero si es un mazorquero, niña, ¡despierta de una vez! _ Lorenzo, con rabia, arrojó un florero contra la pared. Su sobrina, una criatura sensible, delicada con un asqueroso mazorquero...¡jamás!
_ Tío, por favor, entienda _ suplicó sollozando.
Mercedes los escuchaba discutir y un frío intenso se apoderó de su espíritu. Creyó que la tierra se abría bajo sus pies y ella caía, caía....la oscuridad la devoró.
_ ¡Abuela! _ Lourdes, olvidando su enojo, corrió en auxilio de su abuela que se desplomó sobre la alfombra.
_ ¡Mecha!, ¡carajo!...¡Josefa, las sales!. Este es el resultado de tu capricho _  increpó exasperado a su sobrina. "¡Hijo de puta, no dividirás a mi familia!", pensó furibundo contra Rosas.
_ ¡Abuela!, ¡huela, huela! _ las sales hicieron efecto y Mercedes reaccionó lentamente.
La sentaron en uno de los sillones y Tina se apresuró a preparar un té de belladona. El clima era tenso.
_ No ha sido nada, sólo un mareo inoportuno _ los tranquilizó.
_ Hay que llamar al doctor Muñiz...¡Domingo!
_ No, Lorenzo, me siento bien.
_ Sin embargo..._ dudó
_ No insistas. Ahora lo importante es que Lourdes piense con responsabilidad su decisión. Niña, nuestro destino está en tus manos. Lorenzo corre peligro; él ayudó en la fuga de Bustillo, Alberdi y Somallera. Si ese incidente llegara a conocerse, no sólo perdería sus tierras, sino su vida. Y nosotras...¡no sé que sería de nosotras!
_ Pero abuela, lo amo con todo mi corazón. Me siento completa junto a él.
Mercedes la abrazó con ternura, como cuando era una niñita y se asustada por los truenos durante las tormentas.
"Me encuentro en una encrucijada, ¿qué haré?", pensó Lourdes desconsolada.
_ Voy a romper con Rafael. No es mi intención dañarlos, no lo soportaría _ dijo quebrada. En un segundo, su mundo se desmoronó.
Mercedes sonrió complacida y Lorenzo respiró aliviado.
Esa noche la persiguió una nefasta pesadilla. Una mirada gris, tormentosa, la acechaba y le arrancaba el corazón. Se despertó agitada y repitiendo :"Rafael, no me abandones, ¡comprende!".
Se levantó somnolienta y caminó hasta la ventana. Se quedó allí, temblando, aguijoneada por el frío de la habitación y por el frío de su alma. Así la encontró Tina cuando fue a llevarle el desayuno.
_ ¡Lourdes!, estás helada. Rápido, acuéstate _ con prontitud la cobijó con varias mantas de lana de vicuña.
_ ¡Ay Tina! No quiero renunciar a mi amor por Rafa.
_ Lo siento tanto mi niña, pero no tienes alternativa _ Tina no pudo ofrecerle el consuelo que ella necesitaba.
Al quedarse sola, Lourdes buscó papel y pluma. Con letra redondeada y prolija, escribió una nota a Rafael citándolo en La Alameda.
Tomó la mantilla de seda que descansaba sobre una silla, se cubrió los hombros y fue en busca de Lola. Estaba en la cocina planchando sábanas. Sin desearlo, sonrió. La pobre Lola, flacucha y desgarbada, apenas tenía fuerza para levantar la pesada plancha de hierro.
_ Deja el planchado y llévale esta nota a Rafael. Seguro que aún está en su casa. Dásela únicamente a él, ¿has entendido?
_ Sí niña, voy enseguidita _ reconfortada por el recado abandonó la tarea que detestaba.
Encontró a Rafael en el preciso momento que montaba su caballo para dirigirse al cuartel. Se alarmó al ver a Lola, pero luego se alegró al leer la nota de Lourdes.
_ Dile que allí la espero.
Las horas pasaron lentamente para los dos. Aprovechando la siesta de su abuela, se escabulló por la puerta trasera del último patio. Los nervios la asfixiaban.
Cuando alcanzó la Alameda, él ya la esperaba. Le besó la mano controlando el ímpetu de su cuerpo que demandaba por más. La gente observaba y murmuraba. Había que ser precavidos.
_ Lourdes, te veo y aceleras mi corazón. Estos días he vivido al filo de la desesperación. Sin saber de ti después de ese maldito accidente. Por suerte me crucé con el doctor Muñiz, él me tranquilizó.
_ ¿Cómo supiste?
_ Mi padrino me contó sobre la manifestación. Creí enloquecer, Lourdes, esos delirantes podrían haberte matado. De solo pensarlo...
_ Shhh, mi amor, estoy bien, nada pasó _ con sensualidad lo calló apoyando un dedo sobre sus labios.
_ Me quemas Lourdes _ y ocultos tras un álamo, la besó con intensidad.
_ Mi abuela y mi tío Lorenzo están al tanto de lo nuestro _ consiguió decir, saboreando todavía la boca amada _ Están furiosos, no lo aprueban.
_ Pero...¿por qué? No lo entiendo.
_ Mi familia se opone al régimen rosista _ dijo mirándolo a los ojos.
_ Pero si don Juan Manuel los tiene en gran estima. Varias veces vi a tu tío en las tertulias organizadas por Manuelita en la residencia de Palermo _ se desconcertó Rafael.
_ Una mascarada. Mi familia no está de acuerdo con los procedimientos de atropello del Dictador.
_ ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¿No confías en mí?_ se turbó.
_ Al principio tuve miedo y luego subestimé el conflicto político, me equivoqué. Es un fantasma que constantemente nos sobrevuela y ya no lo resisto. No quiero dejarte Rafael, se lo prometí a mi abuela, pero no quiero, no quiero _ Lourdes se arrojó en sus brazos llorando.
_ No voy a permitir que te alejen de mí. Nos pertenecemos, ¿acaso no lo entienden? Voy a luchar por ti, lo juro. ¿Me amas?
_ Por sobre todo y todos
_ Entonces verás como todo se soluciona, mi amor, no temas.
Rafael con sus besos, bebió cada una de las lágrimas de Lourdes.



jueves, 28 de enero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Capítulo 9

"Llamó a mi corazón, un claro día,
 con un perfume de jazmín, el viento".   Antonio Machado



Luego de la partida de Lourdes, Rafael se encerró en su dormitorio. Debía meditar sobre su futuro y el de Lourdes. La amaba y nadie los separaría.
El maldito litigio entre federales y unitarios estaba poniendo de cabeza su vida. Debía huir con Lourdes. ¿A la Banda Oriental?, quizá. Allí estarían a salvo.
Enfrascado en sus pensamientos abrió sin pensar uno de los cajones del escritorio. Allí, oculto entre documentos y cartas que debía enviar a los gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, un ejemplar de "El Nacional" de Montevideo. Rafael comenzó a hojearlo. La editorial de Echeverría, acérrimo enemigo del régimen rosista, captó su interés: "La lógica de nuestra historia está pidiendo la existencia de un nuevo partido, cuya misión es adoptar lo que haya de legítimo en uno y otro partido (unitarios y federales)...Los medios para resolver el progreso de la Nación Argentina están en la democracia; fuera de eso, no hay sino caos, confusión y quimeras". "¡Cuánta razón!", pensó compartiendo la opinión del escritor exiliado.
Los gritos desaforados de Jovita, hicieron que pegara un respingo rompiendo una de las hojas del periódico.
_ ¡Patroncito!... su padrino lo llama con urgencia _ Rafael con rapidez escondió el diario debajo de la cama y abrió la puerta.
_ Calma, ¿qué sucede? _ le preguntó a una Jovita sudorosa y desalineada.
_ No sé, pero está jurioso.
Rafael encontró a Cuitiño en el comedor fumando un cigarro. Parecía irritado.
_ Rafa, algo terrible acaba de pasar.
_ Cuente, padrino _ se intranquilizó por Lourdes.
_ Los unitarios sotretas intentaron asesinar a su Excelencia.
_ ¿Cómo?, ¿a pesar de la protección estricta de su guardia personal? _ se sorprendió.
Últimamente Rosas vivía enclaustrado en su mansión de Palermo temiendo un atentado contra su persona.
La Mazorca estaba al tanto que su Excelencia , el Gobernador de Buenos Aires, engañaba a sus enemigos haciéndoles creer que atravesaba la ciudad en una galera colorada completamente cerrada tirada por cuatro caballos y escoltada por ocho soldados. En realidad él se trasladaba a caballo en altas horas de la noche y protegido por hombres de su confianza, carniceros de profesión.
_ Vamos a tener que reforzar la protección del Gobernador y usté se va a encargar.
_ ¿Yo?, ¿por qué? Hágale ese encargo a Santa Coloma o mejor aún, al jefe de policía, don Parra.
_ No se me retobe Rafael. Mis órdenes no se discuten, se cumplen _ Cuitiño ardía.
_ Como diga padrino, no se enoje. Ahora cuénteme que sucedió _ trató de calmarlo.
_ Hace unos días un franchute le regaló a don Juan Manuel una caja de madera repujada que quedó sobre su escritorio. Ahí estuvo sin que se le diera importancia hasta que la Manuelita se la pidió. Ella se la llevó al dormitorio y cuando levantó la tapa, varios tubos la apuntaron. Si no juera por la agilidá del Gobernador que de un manotazo la tiró por la ventana, en este momento los dos estarían bien muertos _ explicó de un tirón.
_ Todo me parece muy extraño padrino.
_ El mesmo Gobernador dijo que si seguía vivito y coliando era porque Dios lo había protegido. Cuando nos enteramos, los federales de ley, salimos juriosos por las calles. ¿No nos escuchó? Que se enteren esos cerdos unitarios, a don Juan Manuel no se lo puede tocar porque es el ungido de Dios.
_ No, no escuché...estaba leyendo...¡ay, Santo Dios!
Rafael salió disparado hacia la calle dejando con la boca abierta a Cuitiño.
"Lourdes estaba sin protección. ¿Y si esos locos la alcanzaron?". Desesperado, corrió hacia la casa de la muchacha. Las consecuencias que provocaría su presencia no le interesaban. Basta de mentiras, era la hora de la verdad. Más tarde tendría una charla con su padrino, dura, decisiva; ya nada le interesaba, sólo Lourdes.
Ciriaco Cuitiño se quedó de una pieza cuando su ahijado lo abandonó de manera tan abrupta. "¿Qué bicho lo habrá picado?", se preguntó airado.
_ ¡Jovita!, vení pa'cá.
_ ¡Mande patrón! _ como de costumbre, la negra tembló ante la figura recia de Cuitiño. Ese hombre era mandinga para ella.
_ ¿Averigüaste algo? El Rafa anda como perdido. Hace rato desapareció como alma que se lleva el diablo.
_ Hoy vino de visita una señorita linda y elegante. Conversó con doña Pancha tuita la tarde; mate va, mate viene. En realidá la mocita vino por el joven...¡se besaron en la boca, patrón! _ se escandalizó.
_ ¿Cómo se llama?
_ Lourdes
_ ¿Lourdes Aguirrezabala? _ el giro de los acontecimientos no le gustaba en lo más mínimo.
_ Eso mesmo. Me lo dijo su criada. Parece que se están viendo hace bastante.
_ ¡Maldición!...Podés irte y ¡seguí espiando!
"¡De todas las mujeres que se mueren por estar con él tuvo que elegir justamente a la Aguirrezabala! La lealtad a Rosas de esa familia está en duda. Muchos son los hipócritas que fingen devoción al régimen y conspiran por atrás. Lorenzo Escalante es uno de esos, además con ese malnacido tengo cuentas pendientes".
Se juró vigilar estrechamente a Rafael, frustraría el romance, él tenía los métodos adecuados para lograrlo.
Rafael, ajeno a los planes de su padrino, se encontró con el doctor Muñíz a una cuadra de la casa de Lourdes.
_ ¿Qué le pasa muchacho? ¿Me está buscando?...¿acaso doña Pancha tuvo una recaída? _ el médico se intranquilizó al ver a Rafael pálido y agitado.
_ No, doctor, ella está perfectamente.
_ Mejor así, es esencial que siga al pie de la letra mis recomendaciones.
_ Sí, sí doctor... Pero...¿hay alguien enfermo en la familia Aguirrezabala? _ tanteó.
_ Nada de cuidado. La señorita Lourdes resultó herida levemente en la manifestación que tuvo lugar hace unos momentos. Por lo del atentado, usted sabe.
_ Sí, sí, me enteré. ¿Cómo está ella? _ preguntó como al pasar.
_ Asustada pero bien. Le recomendé una tisana para calmar los nervios. ¿Usted la conoce? Lo noto
preocupado.
_ La conozco, de hecho, venía a visitarla.
_ En ese caso, me despido con una recomendación, que la visita sea breve, ella necesita descansar. Mis saludos a su abuela.
_ Eso haré, doctor.
Muñíz se perdió de vista al doblar por la calle de la Piedad.
Rafael, reflexionó. Ese no era el momento adecuado para presentarse. Mejor esperar a que los ánimos se apaciguaran y en un clima de mayor tranquilidad, declarar a la familia el inmenso amor que sentía por Lourdes.
Con el corazón en un puño se alejó cabizbajo.



miércoles, 27 de enero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 8

"Te amo en cada frágil aliento
 con cada sonrisa y con cada lágrima de mi ser,
 y si Dios así lo desea,
 tras la muerte te amaré aún más".     Elizabeth Browning



Lourdes era simpática, extrovertida y generosa, sin embargo siempre fue excluida del círculo social porteño.
En vano intentó entablar amistad con las muchachas de su edad, ellas siempre la menospreciaban. Al principio sufrió por la desidia con que la trataban hasta que decidió que no valía la pena mendigar afecto. Le bastaba con el cariño de su abuela, Tina y su extravagante tío Lorenzo.
Sin embargo ese mañana sorprendió a Mercedes con un pedido insólito.
_ Abuela, ¿puedo ir esta tarde a la casa de Benita? Me invitó a tomar el té.
_ ¿Benita?, ¿desde cuando son amigas? ¿Acaso no la soportabas por necia y soberbia?
_ Es verdad, pero bueno...me prometió pasar una tarde agradable y no pude resistirme a su invitación. Voy con Lola.
_ Siempre me convences, chiquilla insistente _ rió la abuela.
Mercedes padecía el rechazo social del que era víctima su nieta. Su esfuerzo por ocultar el pecado de Consuelo con mentiras no logró frenar las lenguas viperinas de algunas damas patricias. El milagro fue que el veneno de las murmuraciones nunca alcanzó a Lourdes. "Sin duda Consuelo la protege", se repetía con alivio.
Esa tarde, Lourdes coqueteó frente al espejo más de lo que acostumbraba. Descartó tres vestidos antes de elegir uno verde, adornó sus trenzas con cintas amarillas y verdes, y a regañadientes, se prendió un moño punzó en el escote del vestido. Se pellizcó las mejillas para darle color y se perfumó con esencia de jazmín.
_ Estas muy linda, querida. No te entretengas conversando. Quiero que llegues antes del anochecer, ¿entendido? _ le recomendó Mercedes.
_ Comprendido, abuelita. Te quiero _ con un rápido beso se despidió.
Lourdes llevaba un cesto de mimbre con pastelitos de membrillo y unos riquísimos gaznates, exquisitas confituras rellenas con dulce de leche.
_ ¡Ay niña!, mentirle a su abuela está muy mal _ lloriqueó Lola.
Ambas se dirigían a la casona que había pertenecido a Mariquita Sánchez de Thompson.
_ ¡Calla Lola!, sé lo que hago. Te prometo que pronto le diré la verdad _ la regañó harta de sus gimoteos.
Al llegar, Jovita las recibió. "¿Quienes serán estas dos?", se intrigó. Las miró con descaro y las condujo hasta la sala.
Allí estaba Rafael. La abrazó y besó sin disimulo ante el estupor de las dos negras.
_ Jovita , lleva a Lola a la cocina y sírvele unos mates.
_ ¿Yo, patroncito? _ exclamó indignada.
_ Sí, y lleva también esta canasta. ¡Apresúrate!_ la apremió, deseaba estar a solas con Lourdes.
De mala gana Jovita guió a Lola a través del patio.
Rafael, luego de besar a su antojo a Lourdes, la condujo hasta el comedor. Allí, en su mecedora, dormitaba doña Francisca.
Rafael la despertó con un beso en la frente.
_ Lourdes está aquí, mamita.
Doña Francisca bostezó y fijó la vista en la joven.
_¡Bonita la moza!. Acérquese, dele un beso a esta vieja _ la animó con ternura.
_ Me alegra conocerla, doña Francisca. Rafael me habló mucho de usted.
_ Y a mí de usté. Desde que la conoció, el Rafa tiene un brillo especial en los ojos.
_ Mamita Pancha, Lourdes te trajo gaznates.
_ Rafa me contó que eran su golosina preferida.
_ Gracias hijita, desde que estoy enferma son pocos los gustos que puedo darme. Me vigilan a sol y a sombra...
_ No se queje, viejita, la queremos por eso la cuidamos.
_ Si me permiten, voy hasta la cocina a apurar a la Jovita. Esa chinita lerda en'tuavía no apareció con el mate. Encima, ¡me muero por probar esos gaznates!_ sentenció alegre la anciana.
Con dificultad, se levantó de la mecedora y lentamente se encaminó hacia la cocina.
Rafael , aprovechando que quedaron solos, nuevamente besó a Lourdes.
_¡Cuidado!, pueden vernos _ dijo mirando hacia todos lados.
_ Va a tardar en volver. La muy pícara nos dejó solos a propósito.
Rafael comenzó con un juego de caricias que los encendió.
_ Te deseo Lourdes.  Noche y día, te deseo. Estoy cansado de que nos ocultemos. Te ruego, ¡hablemos con tu abuela ya!
_ Dame tiempo Rafa. Ella no va aceptar que ame a un mazorquero _  le suplicó.
_ ¡Pero no lo soy! _ mintió con remordimiento. Si Lourdes descubría quien era en realidad lo abandonaría. No, él no lo permitiría. Ella era suya.
_ Tú no, pero tu padrino carga con muchas culpas.
_ Déjame hablar con ella, la fuerza de nuestro amor la va a convencer. ¿No entiendes que eres mi vida? _ insistió Rafael.
_ Te prometo que hoy mismo le cuento sobre nosotros y ¡que Dios nos ayude!
Con un movimiento veloz Rafael la sentó sobre el clavicordio y devoró su boca tentadora.
La timidez y el recato de Lourdes se diluyeron en el fuego de la pasión. Un cosquilleo delicioso le recorrió el cuerpo haciéndole olvidar la prudencia.
Se apartaron con prontitud al escuchar las voces de doña Francisca y de Jovita que se acercaban por el corredor.
La mujer sonrió al notar la boca de Lourdes roja y húmeda como una fresa madura. "Bendita juventud", suspiró recordando viejas épocas.
La tarde pasó volando. Rieron cuando doña Francisca recordó la traviesa infancia de Rafael. Lo describió como a un niño cariñoso que con el correr de los años se convirtió en un joven inteligente y sensato.
Lourdes escuchaba atenta las anécdotas mientras disfrutaba de la cercanía de Rafael, el hombre que amaba con toda su alma.
_ Ya es hora de retirarme. Muchas gracias doña Pancha por su hospitalidad.
_ Espero que pronto repita la visita. Y llámeme "mamita Pancha", querida.
Rafael insistió en acompañarla, pero ella se negó rotundamente. Se despidieron con un beso que dejó a Lola y a Jovita con los ojos desorbitados.
Al tomar la calle de la Piedad Lourdes y Lola apuraron el paso, ya anochecía. Asustadas, escucharon detrás de ellas insultos y gritos. Una chusma enfervorizada se acercaba a ellas. Corrieron tomadas de la mano. La muchedumbre enfurecida las alcanzó y arrastró como una tromba fuera de control.
Lourdes cayó en la calle embarrada. Dos locos le pasaron por encima. Lola, llorando, trató de levantarla. A duras penas, la joven se incorporó... temblaba de pánico. La negra la sujetó por la cintura y se apretujaron contra la pared de una casa vecina hasta que los desquiciados terminaran de pasar.
Domingo estaba en el frente de la casa esperándolas. Presenció aterrorizado la violenta manifestación federal. El gentío aullaba,"¡muerte a los perros unitarios que quisieron asesinar a don Juan Manuel!".
Cuando las descubrió entre la chusma corrió hacia ellas. Alzó en brazos a Lourdes y en tres zancadas llegaron a la casa.
Mercedes espiaba por la ventana, al verlos gritó espantada.
_¡Madre Santísima!, ¿qué ocurrió? Lourdes, querida, ¿ cómo te sientes? Domingo, recuéstala en el sillón y llama a Tina.
_ ¡Hijita, hijita!, ¡que desgracia! _ Mercedes estaba fuera de sí.
_ Tranquila doña Mercedes, son sólo rasguños y un gran susto _ trató de calmarla Tina, aunque ni ella se lo creía. "¡Malditos federales!", pensó con rabia.
_ ¡Domingo!, ve en busca del doctor Muñiz y luego ve por Lorenzo.
_ Sí, sí, patroncita, voy volando _ dijo hecho un manojo de nervios.
Mercedes volvió junto a Lourdes. Tina le sostenía la mano mientras le limpiaba el barro y la sangre del rostro.
_ ¿Por qué los Riglos no te enviaron en su carruaje? ¡Que desconsiderados! Me van a escuchar, ¡sinvergüenzas! _ exclamó irritada.
_ Abuela...no estuve en casa de Benita_ titubeó.
_ ¿Y dónde, entonces? _ se exasperó.
_ De eso justamente te quería hablar...



lunes, 25 de enero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y ROSAS, Cap 7

"Quiero poseer un rizo de tu pelo
 de ese pelo magnífico 
 que con tus grandes ojos forma un cielo
 soberano, bellísimo, esplendente".             
Amado Nervo



Rafael entró silbando en la espaciosa cocina. Clota, la cocinera, y su hija Jovita, se codearon risueñas.
_ ¿Qué le pasa a éste que está tan contento?
_  Vaya uno a saber.
Hacía tiempo que el joven parecía embargado por una profunda tristeza y ahora, verlo tan animado, las sorprendió gratamente.
Rafael se acercó al fogón y mojó un trozo de pan en el caldo del guiso.
_ Esto está riquísimo, Clota _ Espero que hayas preparado mi postre preferido, negra linda.
_ La mazamorra está casi lista _ contestó halagada _ Me tarde en hacerla porque el lechero llegó más tarde que de costumbre.
Y así como entró, salió tarareando un "Cielito". Las negras se miraron divertidas.
Esa mañana, luego de muchos rodeos, logró que su padrino le facilitara los datos de la familia de la calle de la Santísima Trinidad , la familia del hada de sus desvelos.
"Así que mi sol se llama Lourdes", saboreó con placer el nombre. Se enteró también que Alonso Aguirrezabala, abuelo de la muchacha, había mantenido una relación de negocios con Rosas. En ese entonces, se dedicaron al acopio de frutos y a la salazón de pescado y carne con redituables ganancias.
Más tarde, don Alonso le vendió unos campos sobre el río Salado, donde Rosas estableció la estancia "Los Cerrillos".
Cuitiño estaba al tanto de estos tratos comerciales por su estrecha relación con el Gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas.
Con sorna, le confió la vergüenza de don Alonso. Consuelo, su única hija, quedó en estado de buena esperanza sin estar casada. El y su mujer, doña Mercedes Escalante, fueron la comidilla de la sociedad porteña durante mucho tiempo a pesar de sus vanos intentos por ocultar la verdad. La joven murió en el parto y el padre la siguió un par de días después.
_ Doña Mercedes se hizo cargo de la niña que nació en el Convento de las Catalinas. Ahora viven solas en la casona de la Santísima Trinidad con unos cuantos sirvientes. Su Excelencia siente afecto por ellas y las respeta. No olvida que don Alonso lo ayudó financieramente en su juventud cuando se independizó de sus padres _ le explicó.
Rafael averiguó más de lo que esperaba. Dura historia para una niña tan frágil, al menos eso suponía él.
El próximo paso era provocar un encuentro...y el encuentro no se hizo esperar.
La encontró en la Recova. Iba escoltada por una negrita simpática y diligente.
Lourdes caminaba distraída tratando de recordar los colores de hilos que su abuela le había encargado y sin prestar atención a la cháchara de Lola.
Rafael hacía su recorrida habitual de media mañana por las Plazas del Fuerte y de la Victoria.
Al verla, apuró el paso.
Cuando Lourdes lo reconoció era tarde para cambiar de rumbo. No tuvo más remedio que seguir adelante.
Rafael la saludó deteniendo el paso de la joven. Ella apenas lo miró. Lola quedó rezagada, observándolos con desconfianza.
_ El destino está empecinado en unir nuestros caminos _ la voz grave del mazorquero la cautivó.
_ Eso parece _ respondió sonrojada.
_ Permítame que me presente. Soy el Sargento Rafael Cuitiño.
_ ¿Cuitiño? ¿El Comandante de la Mazorca?_ se impresionó.
_ Es mi padrino _ le respondió con una sonrisa que la desarmó.
_ Tengo que irme. No puedo hablar con extraños en la vía pública _ los nervios la traicionaban.
_ Si quisiera obsequiarme con su nombre... _ se acercó demasiado a Lourdes y ella se apartó nerviosa.
_ Lourdes Aguirrezabala.
_ Mucho gusto señorita Aguirrezabala _ intentó tomarle la mano, pero ella la escondió entre la falda. Hizo una extraña reverencia y como un rayo, entró en la primer tienda que vio.
"Ya tendré otra oportunidad y no permitiré que te me escapes tan fácilmente", pensó decidido y para su sorpresa ese mismo día tuvo su segundo encuentro con la dama esquiva.
Lourdes adoraba pasear por la Alameda y como esa tarde el sol cohibía al frío otoñal, convenció a Tina para que la acompañara.
Iban abrazadas, conversando y riéndo, probablemente de alguna ocurrencia de Lourdes.
Rafael las contempló de lejos.
Lourdes lucía un vestido de terciopelo azul; una mantilla de seda roja le cubría la cabeza.
Un presentimiento apremiante le hizo postergar la lectura de un nuevo libro sobre las ideas políticas de Hobbes, obligándolo a caminar por la costanera. Había hecho bien en obedecerlo.
Rafael nuevamente se le acercó y trabó conversación.
_ Señorita Aguirrezabala, ¡qué casualidad! Es una alegría encontrarnos nuevamente. La tarde está magnífica, ¿no le parece?
Lourdes le contestó con un sí tímido y luego le presentó a Tina que parecía divertirse con la situación embarazosa de la joven.
_ Me gustaría conversar un momento a solas con usted, por supuesto, bajo la vigilancia de la doña Tina _ aclaró con caballerosidad.
_ No sé, yo..._ miró a Tina pidiendo auxilio, aunque no fue de gran ayuda
_ Ve querida, te espero en la glorieta. Me encanta contemplar el río a esta hora _ dijo reprimiendo la risa.
Se sobresaltó cuando Rafael la tomó del talle. "¡Que descarado!" Se apartó con brusquedad. El, sin alterarse, volvió a tomarla del brazo. Ella, vencida, se lo permitió.
_ Lourdes, ¿puedo llamarla así? Desde que la vi en la iglesia del Pilar no dejo de pensar en usted...hasta en sueños me persigue su rostro. La busqué por toda la ciudad y cuando empezaba a desesperar la descubro sentada en la ventana de su casa durante la procesión dominical _ Rafael siempre tan directo para expresar sus sentimientos.
_ Yo también me sorprendí _ dijo en voz baja.
_ Estos pocos minutos no alcanzan para expresarle todo lo que usted despierta en mí. Me ha robado el corazón, señorita.
Rafael le tomó las manos y se las besó. Ella, esta vez, no las apartó.
_ Pero si no me conoce...
_ Lo sé, pero cuando la vi esa mañana,  tan frágil, defendiéndose de esos cerdos que la atacaban, mi corazón se contrajo. Me miró y me robó el alma.
Lourdes lo escuchaba embelesada. Nunca antes un hombre le había hablado de esa manera.
_ Exagera _ atinó a decir apocada.
_ Claro que no. Sería una alegría para mí volver a encontrarnos _ era casi una suplica.
_ Pero usted es un mazorquero y yo... _ Lourdes dudaba
_ Eso que importancia tiene. ¿Acaso es usted unitaria?
_ No, no, mi familia es leal a Rosas _ mintió _ Es que nunca imaginé que alguien de la Mazorca se interesaría en mí. Corren muchas habladurías sobre ustedes y no son buenas _ se animó a decir.
_ Son sólo eso, rumores mal intencionados. No les preste atención, pero, por favor, volvamos a vernos _ insistió.
_ El próximo domingo aquí mismo y a esta hora _ se apresuró a responder.
Rafael respiró aliviado, había conseguido una cita.
La vio alejarse, sintiendo como crecía en él el deseo de besar esos labios carnosos que lo desvelaban.
"Todo a su tiempo", se prometió.
A Lourdes le molestó el interrogatorio de Tina, ella sólo deseaba retener en su memoria las dulces palabras de Rafael.
Tina se conformó con algunas frases sueltas y luego permaneció en silencio. "El muchacho es agradable, pero es un mazorquero y todos los mazorqueros son asesinos", se preocupó.
No era la intención de Lourdes desobedecer a su abuela, así que mantuvo en secreto su encuentro con Rafael.
Las semanas pasaron y las citas se repitieron. El Paseo de la Alameda, la Recova y la Plaza Victoria, fueron testigos de un sentimiento que crecía y se afianzaba. Tina observaba y callaba, aunque muy a su pesar comenzó a simpatizar con Rafael. Le recordaba a ese hijo que había perdido hacía tantos años.
Una mañana, Lourdes inquieta, buscó a su abuela por toda la casa. La halló cerca del aljibe cortando unas hortensias para engalanar el salón.
_ ¡Abuela!, se nos acabaron las zanahorias y las cebollas. Se me ocurrió ir hasta las quintas para comprar lo que nos hace falta. ¿Se le antoja alguna fruta?¿Qué le parece unos ricos zapallos para que Tomasa prepare en almíbar?_ habló atropellada.
_ No me gusta que vayas al Bajo, Lourdes.
_ Pero abuela si es temprano. Además me lleva Domingo en el carruaje y Lola me acompaña.
_ Esta bien, ve y regresa pronto. Me dejas angustiada, Lourdes.
_ Gracias abuelita. Verá que verduras deliciosas compro _ se despidió con un sonoro beso que hizo sonreír a Mercedes.
A poco de iniciar la marcha, un mazorquero detuvo los caballos del carruaje. Domingo se paralizó. "¡La Mazorca, cruz diablo!", tembló el cochero.
_ Domingo, no temas _ lo tranquilizó Lourdes _ Rafael, sube, y tú, Lola siéntate en el pescante con tu padre._ ordenó.
_ Pero niña..._ rezongó Lola.
_ Nada, nada, ¡haz lo que te digo!
Rafael se acomodó cerca de ella y el coche se puso en movimiento.
_ Me encanta ir de compras contigo Lourdes, aunque me parece que ya es tiempo que le cuentes a tu abuela sobre nosotros _ mientras le hablaba iba dejando un reguero de besos sobre cuello de la joven.
_ Paciencia Rafa, ¡lo haré, lo haré!_ balbuceó
Harto de contenerse la besó con ardor. La boca de Lourdes lo enloquecía.
_ ¡Rafa!, no me dejas respirar _ se rió.
_ Calla _ le susurró al oído mientras el aroma a jazmín de la joven aumentaba su excitación. ¡Cuánto la amaba!
_ Dime Lourdes _ consiguió decir  _ ¿Cuál es tu temor? ¿Es porque soy el ahijado de Ciriaco Cuitiño?
_ Sí. Mi familia aborrece a la Mazorca. Es sabido las monstruosidades que cometen y ¡tu padrino es el jefe!_ lloriqueó.
_ Mil veces te aseguré que no tengo nada que ver con la Mazorca, yo simplemente administro los bienes personales de mi padrino, casi ni me aparezco por el cuartel. El no quiere involucrarme en sus asuntos y a mí no me interesa hacerlo. A ese hombre le debo lo que soy, le debo la vida, Lourdes...a él y a "mamita Pancha". Una tarde te llevo a mi casa y te la presento. Ella es la persona más sabia y sensata que conozco. Estoy seguro que congeniarán.
Lourdes se colgó del cuello de Rafael y lo besó con desenfado.
Detuvieron el juego sensual al llegar a la zona de las quintas.
Luego de llenar dos canastas de hortalizas y frutas, regresaron felices de haber compartido una jornada abundante en sueños y proyectos.
Antes de llegar se besaron largamente, imposible separarse.
_ De esto nada a la abuela, ¿entendido?
_ Entendido niña _ dijeron al unísono Domingo y Lola, temerosos de una reprimenda sin apartar la vista del apuesto mazorquero que se alejaba silbando por las calles encharcadas.
Mercedes la escuchó llegar. Lourdes cruzó el salón entonando una nana francesa que su abuela le cantaba de pequeña para que se durmiera. Se saludaron cariñosamente. Luego de inspeccionar la compra, Lola llevó las canastas a la cocina.
Más tarde, en su habitación, estudió la manera de comunicar a su abuela y a su tío Lorenzo su profundo amor por Rafael. "La tormenta estallará", pensó apenada.