Novelas en capítulos y cuentos cortos

sábado, 13 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 19

"Jamás mi lengua podrá expresar
 cuanto he sufrido en ese encierro metido.
 Llaves, paredes, cerrojos,
 se graban tanto en los ojos
 que uno lo ve hasta dormido".  José Hernández.



Encerrado en una celda maloliente; la ropa hecha jirones; la piel desgarrada; el rostro deformado por los golpes recibidos; el labio superior, partido; el cuerpo cubierto de una costra de sangre seca. ¡Infame agravio!
Lorenzo, ovillado en un inmundo rincón, sufría esperando la siguiente sesión de torturas. ¿Cuánto tiempo había pasado desde su captura? A esas alturas había perdido la cuenta. Para él, una eternidad. Ese agujero húmedo con olor a orines y mierda estaba acabando con su cordura.
Entre lágrimas de impotencia recordó la noche en que a hurtadillas llegó a la casa de su hermana para despedirse antes de su fuga a Montevideo. Lo había planeado cubriendo todos los riesgos. Supuso que no se suscitarían problemas. Se equivocó.
Apenas saludaba a Mercedes cuando cuatro mazorqueros cayeron sobre él. No le dieron tiempo a defenderse. Con una soga lo maniataron y  despiadadamente lo arrastraron hasta el cuartel.
_ Mire quien nos vino a visitar, pue' _ se regocijó Cuitiño cuando con una tremenda patada Santa Coloma lo empujó para caer dentro del despacho y a los pies de Cuitiño _ El señorito Escalante.
Lorenzo se incorporó con dificultad y desafiante le escupió el rostro. Como respuesta recibió una trompada que lo arrojó nuevamente al piso.
_ ¡Maldito hijo de puta! _ gritó Lorenzo secándose la sangre que le chorreaba del labio.
_ Parece que el señorito elegante perdió los modales _ se rió Cuitiño.
_ Me gustaría aplastarte como a un gusano, ¡maldita escoria!
_ Siento desilusionarlo. La cuestión es al revés...Yo lo voy a a aplastar como un gusano... y como a mi me gusta, lentamente. No hay placer mayor que presenciar el sufrimiento del enemigo _ volvió a reírse.
_ ¡Sádico! ¡Enfermo!, ¿por qué me trajo a este lugar?
_ No tengo la obligación de responder sus preguntas, sin embargo, como soy una persona educada aunque no haya asistido a esos colegios refinaos', como lo hizo usté, lo voy a anoticiar. Nos confirmaron que es integrante del "Club de los Cinco" y que está planeando un levantamiento militar para apoderarse de la ciudad _ dijo pausadamente, regodeándose en cada afirmación.
_ ¡Calumnias! _ Lorenzo se alarmó. "¿Quién me habrá delatado?", pensó confuso.
_  Veremos si no cambia de opinión cuando lo deje al cuidado de mis hombres. Parra y Santa Coloma saben sacar de mentira verdad. Son muy habilidosos, ¿sabe? _ se mofó _ Santa Coloma, sacalo de mi vista y hacelo cantar. Que disjrute su estadía entre nosotros don Lorenzo Escalante _ las carcajadas de Cuitiño lo ensordecieron.
Santa Coloma le vendó los ojos y tirando de la soga que le amarraba las muñecas, lo arrastró hasta un caballo. Alguien lo ayudó a montar y por un culetazo de trabuco perdió el sentido. Cuando despertó estaba en una celda con otros dos hombres.
_ ¿Dónde estoy? _ atinó a decir frotándose la cabeza que se le partía.
_ Ojalá lo supiéramos. A nosotros nos trajeron ayer y ése que está ahí, parece que está hace bastante _ señaló un bulto oscuro que respiraba con dificultad en la celda de enfrente.
_ Soy Lorenzo Escalante.
_ Yo me llamo Manuel Zaragoza.
_ Y yo, Juan Martínez. Ese que está ahí tirado es Zacarías Puyol. El mesmo me lo dijo antes de quedar inconsciente.
_ ¡Puta madre!, me estalla la cabeza _ se quejó Lorenzo y una marea de naúseas lo ataco de imprevisto. Vomitó violentamente.
_ Amigo, vomitó hasta las tripas. Recuéstece en ese catre, aunque le advierto, está minado  de chinches.
Zaragosa, en un arrebato de cólera, comenzó a gritar golpeando su cabeza contra los barrotes.
_ Esto es una inmundicia. Todavía no comprendo como terminé en este infierno. ¡Federales malparidos! ¡Ratas asquerosas, sáquenme de esta mierda! Soy inocente, ¡carajo!, inocente.
Martinez trató de calmarlo.
_ Déjelo mi amigo, que se desahogue _ aconsejó Lorenzo.
Zaragosa se ovilló estallando en un llanto acongojado. Martínez se acucliyó a su lado y le pasó un brazo por los hombros. Poco a poco se fue relajando hasta quedar dormido.
_ Tranquilo, compadre, tranquilo _ le susurró.
_ ¿Sabe por qué causa lo encerraron? _ se interesó Lorenzo.
_ Si le cuento se va a reír _ le respondió Martínez mientras pateaba un ratón famélico que rondaba a Zaragosa.
_ Una tarde en que Manuel volvía del trabajo, fue a la cocina a tomar unos mates. Las dos hijas de la cocinera estaban jugando con unas muñecas de trapo y Manuel no tuvo mejor idea que preguntarle a las negritas el nombre de las muñecas. Le respondieron que una se llamaba "doña Encarnación" y la otra "Manuelita". El hombre se rió y a modo de chanza dijo: "¿Cómo es que la esposa del Gobernador y su hija, señoras de tanta grandeza, andan por las cocinas?". Eso fue todo y a los pocos días lo meten preso. Las muy hijas de puta lo denunciaron por unitario.
_ Cuitiño no pierde oportunidad para granjeare la simpatía de Rosas _ sentenció Lorenzo asombrado de la acusación.
_ Dígamelo a mí. Estoy preso por hablar mal del gobierno. ¿Es delito expresar una opinión?, le pregunté juera de control a esa mierda de Cuitiño. ¿Sabe lo que me contestó? "Mirá José, vos me caés mal, sos un hombre díscolo y mal intencionado". Y acá me tiene, sólo por decir que la comida está al doble de antes.  Y a usté, Lorenzo, ¿por qué lo trajieron?
_ Por pertenecer al "Club de los Cinco", por anarquista, por unitario, por mear fuera del tacho...por lo que sea. Cuitiño hace años me la tiene jurada y todo por una mujer _ se lamentó.
_ ¡Ustedes!, basta de tanto parloteo o van a conocer mi rebenque _ los amenazó el mazorquero de guardia.
Al rato abrió la celda y se llevó a empujones a Manuel Zaragosa.
Pasada la media noche se llevaron a Martínez. Ninguno regresó.
Lorenzó, temblando, esperaba su turno. El turno de la muerte.

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 18

"Vivir sin tus caricias
 es mucho desamparo.
 Vivir sin tus palabras
 es mucha soledad.
 Vivir sin tu amoroso mirar
 es mucha oscuridad".        Amado Nervo


La semana que se tomaron los enamorados para disfrutarse antes de la huida a Chile pasó volando y el día más temido para Rafael, llegó.
_ Lourdes, deja de empacar y escucha, tengo que decirte algo muy importante _ un sudor frío lo atravesó.
_ No me asustes Rafael, ¿qué pasa?, ¿acaso tu padrino...? _ el terror la hizo palidecer.
_ No, no, nada de eso.
_ Entonces..._ se preocupó, lo notaba sumamente nervioso.
_ Te amo Lourdes, haría cualquier cosa por ti.
_ Ya lo sé, yo también te amo _ con ternura le acarició la mejilla. El le tomó la mano y  la besó.
_ Dime, amor, ¿qué te intranquiliza?
_ Que me desprecies.
_ Eso, nunca _ la muchacha estaba perpleja.
_ Te mentí Lourdes, por miedo, por cobardía te oculté una verdad atroz.
_ Rafa, ahora sí me asustas.
_ Formé parte de la Mazorca. Torturé y asesiné. Fue otro tiempo, otra vida, ¡perdóname!_ se derrumbó al notar miedo en la mirada de su esposa.
Lourdes sintió que todo giraba a su alrededor. Había unido su vida a un mazorquero, un hombre vil y sanguinario, un lobo oculto en una piel de cordero.
En silencio, terminó de hacer el bolso. En silencio montó sobre la yegua moteada. Nunca lo miró.
_ Mi amor, por favor, dí algo. Grítame, pégame, pero haz algo _  Rafael creía morir, el mundo se desmoronaba.
_ Ya no soy tu amor. Me has engañado ruinmente. Vuelvo a Buenos Aires _ la furia de su mirada hirió de muerte a Rafael.
_ Esta bien, regresemos a Buenos Aires, pero convéncete, tú eres mía, ¡sólo mía! _ lo dijo desatando la violencia que supuso había dominado. Se abalanzó sobre ella con la intención de doblegarla con besos y caricias. Ella, asustada, lo rechazó aunque le gritó con furia:
_ Yo no te pertenezco, no a un miserable federal, asesino de tanta gente inocente. ¡No me toques!, ¡no te atrevas a hacerlo, mentiroso! _ le escupió irascible.
Rafael se mantuvo apartado de ella el resto de la mañana. Lourdes no volvió a dirigirle la palabra.
Antes del mediodía abandonaron el rancho envarados, distanciados. Pasaron por la capilla para despedirse del padre Fermín. Lourdes agradeció no encontrarlo, no estaba de humor para dar explicaciones.
_ El padrecito se jué a dar la estremaución a un viejo que está en las última _ les detalló Petrona.
_ Siempre recordaré lo buena que fue conmigo, Petrona .
_ Ni lo mencione señorita, pa´ mi fue una alegría _ contestó con sencillez.
Petrona los vio alejarse y presintió que algo malo estaba pasando. "Cuando el padrecito lo sepa, siguro lo va arreglar", se tranquilizó.
El viaje de regreso fue un calvario para Lourdes. Deseaba llegar cuanto antes a su casa y refugiarse en el abrazo cálido de Mercedes. "¿Por qué no seguí tu consejo abuela? ¿Por qué le creí a Rafael? ¡Tonta, mil veces tonta!", reflexionaba mientras lloraba y maldecía.
Rafael, abatido, sólo pensaba en la forma de recuperarla.
Pararon en una pulpería para comer y descansar. Ella durmió en un cuarto con olor a moho, sola.
El le hizo compañía a los caballos en un galpón que se venía abajo.
Ninguno durmió.
Cuando llegaron a Buenos Aires, Lourdes respiró aliviada. "Por fin llegamos, no quiero volver a verlo...¡jamás!", se torturó.
Él intentó ayudarla a desmontar, ella se negó.
_ ¡No me toques! ¡Vete! No te quiero en mi vida, ¡vete ya! _ fue cortante, seca.
_ Te amo Lourdes, en eso nunca mentí._ ahogó el llanto, "los hombres no lloran", las palabras del padrino resonaban en su memoria. ¡Que frase absurda le parecía en ese momento!
_ ¡Vete!, olvídame. Yo ya te olvidé _ dijo clavándole una espada en el corazón.
Esperó hasta verla entrar.
_ ¡Niña Lourdes! _ Lola se le colgó del cuello llorando desconsoladamente.
_ ¿Qué pasa Lola?, ¿la abuela enfermó? ¡Deja de llorar y contesta! _ le gritó entre asustada y enojada.
_ Se...se llevaron al don Lorenzo.
_ ¿Qué? ¿Quiénes? _ aunque ya sabía la respuesta.
_ ¡Ellos! _ con un dedo tembloroso señaló a Rafael que las observaba de lejos.
Lourdes volteó la mirada y en ese instante se desvaneció. Rafael, rápido como una flecha, alcanzó a atraparla antes de que cayera sobre la calle embarrada. La cargó en brazos hasta la sala.
_ ¡Lourdes! ¡Rafael!, ¿qué ha sucedido? ¡Santo Dios!, acuéstala en este sillón _ Mercedes se alarmó ante el desmayo de su nieta.
_ La noticia de la desaparición de don Lorenzo la ha impactado _ le aclaró Rafael consternado.
Tina corrió por las sales que poco a poco despabilaron a la joven.
Al ver recuperada a su mujer, más tranquilo indagó a Mercedes sobre la suerte de Lorenzo.
_ Se lo llevó la Mazorca hace tres días. ¡Estoy desesperada! _ apretó con fuerza la cruz del rosario que momentos antes estaba rezando _ Pero ustedes...deberían estar en camino a San Luis, ¿qué ha sucedido? _ se asustó.
_ Luego hablaremos de ello, ahora debo encontrar a don Lorenzo.
Mercedes lo abrazó conmovida. Lourdes permanecía en silencio. Rafael se le acercó con la intención de besarla, pero ella le ocultó el rostro. Cuando angustiado por el rechazo se disponía a marcharse, la voz de ella lo detuvo.
_ Sálvalo Rafael, por lo que más quieras, sálvalo _ le rogó.
_ Lo que más quiero eres tú. Lo rescataré, te lo prometo.





jueves, 11 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 17

"Ven a dormir conmigo: no haremos el amor. Él nos hará"  Julio Cortázar


Petrona, la esposa de Eulogio, el sacristán, contemplaba maravillada a Lourdes.
_ Parece un ángel, señorita.
_ ¿De veras, Petrona? ¿Le gustaré a Rafael?_ los nervios y la preocupación la consumían.
Al atardecer, cuando el padre Fermín los dejó para celebrar misa, Petrona apareció en el rancho de doña Francisca para ofrecer sus servicios.
_ Si gusta la señorita, yo la ayudo a prepararse pa' el casorio_ se ofreció con gentileza.
_ Me gustaría mucho. Gracias Petrona
_ Entonces vo, Rafa, andate pa' la capilla ahora mesmo que yo me encargo de acompañarla cuando estea lista. El novio recién puede ver a la novia en el altar. Así que andate no ma', pue'.
Rafael, de mal humor, aceptó dejar a Lourdes. Apenas pudo besarla porque la entrometida mujer lo empujó hasta la puerta y se la cerró en las narices.
_ Mire que es brava Eulogia _  rió Lourdes disfrutando del enfado de Rafael.
_ A mí nadies se me retoba, sino preguntele a mis siete hijos. Los tengo bien cortitos y al Eulogio, ¡también!
_ Ya veo _ se asombró Lourdes divertida.
_ Bueno y ahora manos a la masa. ¿Qué se va a poner?_ miró con curiosidad el bolso abierto que estaba sobre la mesa.
Lourdes con mucho cuidado, extendió sobre una silla el vestido de tul y encaje color crema que Mercedes guardó en el equipaje para sorprenderla. Una esquela decía: "Fue de tu madre. Cuando lo luzcas Consuelo y yo estaremos junto a ti".
Petrona pasó su mano con reverencia sobre el delicado género.
_ Es una belleza, señorita _  nunca había visto algo parecido.
El vestido le sentó a la perfección. Como no había un espejo en el rancho se conformó con la aprobación de Petrona que no cesaba de elogiarla.
_ El Rafa se va a derretir cuando la vea aparecer. ¡Parece un ángel, señorita, un ángel!_ le repetía mientras la peinaba.
El cabello le caía suelto hasta la cintura. Petrona observó con detenimiento el peinado, "Acá falta algo", pensó.
_ Enseguidita vuelvo señorita _ y desapareció con rapidez dejando a Lourdes intrigada.
Al rato regresó cargada de flores.
_ Son de mi jardín y el de mi vecina, doña Rufina.
En un santiamén, con gran habilidad, le tejió una corona de margaritas.
_ Una corona pa' la novia más hermosa que ha tenido el pueblo de Dolores. Y pa' completar el atuendo...¡un ramo de flores!_ con una cinta de seda azul que encontró entre las pertenencias de Lourdes, anudó un ramo compuesto por anémonas y crisantemos. En el medio, destacaba una rosa malva.
_ Es precioso Petrona, muchas gracias _ se emocionó. Esa mujer sencilla y generosa hacía menos penosa la ausencia de su abuela en el momento más importante de su vida.
_ ¿Sabe cuál es el significado de estas flores, Lourdes?
_ No, me gustaría saberlo.
_ Las anémonas y la rosa malva son flores misteriosas, flores mágicas que auguran amor eterno.Me lo contó mi abuela que de leyendas sabía mucho _ dijo con orgullo.
Lourdes la abrazó agradecida.
Rafael enmudeció al ver avanzar a Lourdes hacia el altar. Él la esperaba nervioso junto al padre Fermín.
"No permitiré que me aparten de esta mujer, lo juro ante Dios". La tomó del brazo y con delicadeza la besó en la mejilla. Ella se ruborizó.
Una joven rebosante de ilusiones y un joven temerario, dueño de un coraje inquebrantable, unieron sus vidas solemnemente en una noche de luna llena. Cuentan los que saben que la luna llena actúa como un afrodisíaco invitando al amor. Es una noche preñada de sortilegios.
Rafael sacó de su bolsillo una bolsita de terciopelo negro y para asombro de Lourdes, extrajo de ella un anillo de plata con un engarce de malaquita verde agua.
_ ¡Rafael! Nunca imaginé...
Le deslizó el anillo en el dedo del corazón y con un beso profundo, acuciante, sellaron su pacto de amor.
Luego de brindar con el padre Fermín, Eulogio, Petrona y "el Chinito", regresaron caminando al rancho.
La tensión sexual crecía entre ellos torturando sus sentidos. Los cuerpos clamaban, rogaban unirse.
Se deshicieron de las ropas con velocidad. Rafael se aferró a ella con fuerza, atrapándola entre sus brazos tratando de no lastimar la piel cremosa que lo encendía hasta el delirio.
Con movimientos precisos estimuló a Lourdes que creyó derretirse. Gritó pidiendo más...y más.
Rafael la saboreó como si fuera una fruta jugosa y se embriagó con su humedad. Lourdes gemía y se retorcía. Él se movía dentro de ella como un poseído. El placer era implacable.
Y de repente el orgasmo los atravesó como un rayo potente.
Exhaustos, descansaron con los cuerpos enredados.
"Mía, sólo mía", pensó él. "Soy feliz, muy feliz", pensó ella.
Ella, serena, soñó con el hombre que la amaba.
El, agitado, soñó que lo perseguían...lo atrapaban...luchaba por liberarse...entonces gritaba el nombre de ella ...y ella le daba la espalda.

miércoles, 10 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 16

"¡Oh dueña mía! ¡Ten piedad de este esclavo tuyo,
 vencido por tus ojos,
 muerto por tu carne!
 Desde que apareciste he perdido la tranquilidad". (Las mil y una noches)


Todos sus sentidos se rebelaron cuando se apartó del cuerpo cálido de Lourdes, pero debía ir al encuentro del padre Fermín. Necesitaba los consejos sabios de su maestro. No era un necio, sabía que duros desafíos se alzarían en su camino.
_ ¡Hijo!,¡que alegría verte!...¿qué te trae por estos pagos? _ grande fue la sorpresa del cura ante la presencia de Rafael.
_ Buenas y santas, padrecito. Necesito de sus consejos.
_ Me honras con tu pedido, hijo. Hoy en día los jóvenes desestiman a los ancianos y sobre todo si visten sotana _ se rió.
_ No diga eso padre Fermín, usted sabe cuanto lo respeto.
_ Sí, hijo, si. Doña Francisca tuvo mucho que ver en eso. Pero dime, ¿cómo anda la buena señora?
_ Su corazón se le ha puesto haragán. El doctor Muñíz le diagnosticó insuficiencia coronaria.
_ Pobre Francisca. Tú sabes el motivo por el que no la visito con frecuencia.
_ Por mi padrino _ dijo bajando la mirada.
_ Así es. No me gustaría cruzarlo. No me tolera y, Dios me perdone, ese sentimiento es mutuo. Rafael, tú deberías alejarte de su influencia. Yo sé de tu cariño por él pero Ciriaco terminará mal, te lo garantizo. Y lo mismo te espera a ti si continúas enredado con la Mazorca _ lo regañó.
_ Precisamente de ese asunto quería su consejo. Estoy harto de vivir metido dentro de tanta violencia, salpicado de sangre, muchas veces inocente, y cargando en mi espalda la muerte de tantos enemigos políticos.
_ ¡Bravo!_ exclamó con entusiasmo el cura.
_ No fue fácil  romper con ese círculo por el cariño, que usted bien dijo, siento por el padrino. Además no quiero preocupar a mamita Pancha. Últimamente está muy débil la pobrecita. Pero ya no puedo más, ¡me niego a continuar asesinando a mansalva! Y sobre todo ahora que he conocido al amor de mi vida.
_ Bendito sea ese amor que te ha hecho cambiar de rumbo. ¿Quién es ella, hijo? _ preguntó emocionado por la confesión del muchacho.
_ Se llama Lourdes, Lourdes Aguirrezabala. Ella es todo para mí, padre. Parece frágil, pero nunca conocí a una mujer con tanto coraje. Queremos que nos case.
_ ¡Que felíz me haces hijo! Pero dime, me imagino que le habrás contado la verdad a Lourdes...
_ ¿Qué verdad? _ se desentendió
_ No te hagas el tonto. ¿Le confesaste cómo fue tu vida antes de conocerla?, ¡que torturaste!, ¡que mataste! _ se exasperó.
Rafael enmudeció, inclinó la cabeza y se tapó los ojos con las manos.
_ No, padre _ respondió en un murmullo.
_ Pero muchacho... _ el cura estaba consternado.
_ Le mentí, le dije que no estaba involucrado con la Mazorca, que me mantenía al margen de las cuestiones políticas _ Rafael estaba desconsolado.
_ Tienes que sincerarte con ella ahora mismo, antes de la ceremonia nupcial _ dijo categórico.
_ ¡Nunca! Si lo hago, la pierdo y si la pierdo, me muero _ se desesperó.
_ Reflexiona Rafa, no puedes comenzar un matrimonio con una mentira.
_ Primero nos casa y después...
_ Después nada...¡ahora! _ se empecinó el cura.
_ Mire padre, ella lo es todo para mí, por ella elegí traicionar al padrino...
_ ¡Traicionar un carajo! Dí mejor que te has dado cuenta del valor que tiene la vida del prójimo... _ estalló.
_ Por favor, cásenos. Prometo que le diré la verdad, no esta noche, sino antes de huir a Chile. Regáleme la oportunidad de ser un hombre nuevo y sólo lo lograré con Lourdes a mi lado _ le rogó abrumado.
_ Está bien, no estoy convencido, pero está bien _ aceptó a regañadientes _ ¿Dónde la has dejado?_ se interesó.
_ En la casita que perteneció a mamá Pancha _ respondió aliviado ante el cambio de actitud del sacerdote.
_ ¿Qué esperas? Vamos para allá, no la hagamos esperar. Y cambia esa cara de cordero degollado.
Una idea turbó los pensamientos del cura, "Ciriaco es vengativo y conociéndolo, sé que Lourdes está en grave peligro. ¡Dios los ampare!", meditó preocupado.
De camino al rancho conversaron de manera distendida. Rafael le refirió la treta que le tendió a su padrino para poder huir y como éste había amenazado a Lourdes. "Es evidente que la cosa está que arde", pensó Fermín mientras pateaba distraído las piedritas del sendero.
_ ¡Lourdes! _ la llamó Rafael cuando estaban llegando.
Ella salió a recibirlos con la felicidad pintada en el rostro. Fermín se conmovió al verla.
_ Padre Fermín, que gusto conocerlo.
_ El gusto es mío, querida. Estoy seguro que juntos sacaremos bueno a este tarambana _ y con afecto le palmeó la espalda a Rafael.
_ No diga eso padre que la va a asustar.
_ Entremos y cebo unos mates, ¿gusta padre?
_ Por supuesto hija, los amargos son mi debilidad.
Pasaron la tarde entre anécdotas, novedades de la capital y empanadas de humita.
Lourdes le confió al clérigo su angustia por la suerte de su tío Lorenzo y él la tranquilizó infundiéndole esperanza.
Acordaron que la boda se realizaría esa misma noche, después de la misa vespertina. "El Chinito será el monaguillo; el sacristán y su mujer, los testigos. Todos de confianza", les aseguró Fermín

Planearon también el escape. Acordaron que pasados unos pocos días partirían hacia la provincia de San Luis y de allí a Malagüe. Atravesarían Mendoza para luego cruzar a Chile. Era un viaje arriesgado con el agregado de no poseer salvoconductos, pero Mercedes les había dado el nombre de un conocido que los ayudaría sin hacer preguntas indiscretas. Tendrían que ser sumamente cuidadosos. Cuanto antes se fueran, mejor. Era imprescindible no levantar sospechas en el pueblo. Los espías de la Mazorca, como buitres carroñeros, vigilaban agazapados en todos los rincones.


martes, 9 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 15

"Gocen las almas dulcemente unidas,
 Formen al pie del mirto nuestro lecho.
 Las rosas a los cálices prendidas"       (Juan Arolas)



Cabalgaron sin descanso. Rafael, montaba sobre Moro, un caballo robusto y valiente, resistente y tenaz. Lourdes, sobre una yegua gateada. Un burro los seguía obediente trasportando bolsos, agua y víveres.
Por precaución no se detuvieron en las postas del camino, sólo lo hicieron en la espesura de un bosque de cipreses ocultándolos de curiosos e intrigantes.
Con apetito disfrutaron de las exquisiteces que encontraron en la canasta que les preparó Tomasa : pan casero, queso de cabra, panceta y unos jugosos duraznos.
Quedaron atrapados en el lenguaje de los besos y las caricias hasta que rendida por el cansancio y los sobresaltos, Lourdes cayó dormida en los brazos de Rafael. El permaneció despierto, atento a cualquier ruido extraño.
El espíritu de Rafael era un volcán en erupción. Muchos y riesgosos acontecimientos se fueron sucediendo sin control. Le mintió a su padrino jugándose el cuello; se despidió con tristeza de mamita Pancha, y ahora, arrastraba a Lourdes hacia un futuro incierto. "A nada temo con ella a mi lado".
Luego de un viaje arduo llegaron a Dolores a media mañana. El día estaba templado y húmedo; una llovizna persistente les dio la bienvenida.
A trote lento pasaron frente a la pulpería del pueblo. Más adelante, se toparon con la capilla, edificio pequeño blanqueado a la cal y rodeado por rosales, la debilidad del padre Fermín. No interrumpieron su marcha, continuaron entusiasmados hasta el rancho de mamá Pancha. Tres imponentes eucaliptos lo custodiaban impregnando el aire de su fresco aroma.
Lourdes saltó de la yegua y corrió a la puerta que encontró sin tranca. Abrió las dos rústicas ventanas con la intención de ventilar el ambiente. Un modesto mobiliario cubierto de polvo quedó al descubierto.
Rafael amarró las riendas de los caballos al tronco de uno de los árboles y la siguió.
_ Es preciosa Rafa _  dijo colgándose del cuello del hombre que la observaba fascinado.
_ Es muy pobre, pero te prometo una casa como te mereces. Tu eres mi reina y pondré el mundo a tus pies.
_ Si te tengo a ti, nada me falta _ le susurró Lourdes besando su cuello.
Rafael la apoyó contra la pared, le desgarró la blusa y comenzó a acariciarla con ardor. Sus manos inquietas conocieron cada rincón del cuerpo de Lourdes. Para él ya no hubo secretos, la conoció por completo. Ella no se opuso, lo dejó hacer mientras gozaba quemándose en el fuego de la pasión.
_ Eres una fruta tentadora. Ya no resisto. Déjame hacerte mía _ había tanto lujuria en su mirada, tanta apetencia en su voz, que Lourdes se derritió ante semejante caudal de erotismo.
Suavemente, a un ritmo acompasado, la penetró sin apartar sus ojos del rostro maravillado de ella. La delicadeza duró poco, la cadencia se tornó salvaje. Imposible contener su fogosidad.
Ella cerró los ojos, sensaciones luminosas, de frío y calor, la llevaron en alas del deseo hasta alturas inalcanzables.
Cuando regresaron al mundo real, durmieron abrazados.
Rafael se despertó al caer la tarde. Sonrió al verla tendida a su lado. Con un beso rozó sus labios. Ella, somnolienta, abrió sus enormes ojos verdes, invitándolo a más. "¡Ay Lourdes!, aceleras mi pobre corazón", le confesó acercándose. Y nuevamente la tormenta se desató entre ellos.
Era noche cerrada cuando Rafael decidió ir en busca del padre Fermín. Mucho le costó separarse del cuerpo ardiente de su mujer.