Novelas en capítulos y cuentos cortos

sábado, 13 de febrero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Cap 19

"Jamás mi lengua podrá expresar
 cuanto he sufrido en ese encierro metido.
 Llaves, paredes, cerrojos,
 se graban tanto en los ojos
 que uno lo ve hasta dormido".  José Hernández.



Encerrado en una celda maloliente; la ropa hecha jirones; la piel desgarrada; el rostro deformado por los golpes recibidos; el labio superior, partido; el cuerpo cubierto de una costra de sangre seca. ¡Infame agravio!
Lorenzo, ovillado en un inmundo rincón, sufría esperando la siguiente sesión de torturas. ¿Cuánto tiempo había pasado desde su captura? A esas alturas había perdido la cuenta. Para él, una eternidad. Ese agujero húmedo con olor a orines y mierda estaba acabando con su cordura.
Entre lágrimas de impotencia recordó la noche en que a hurtadillas llegó a la casa de su hermana para despedirse antes de su fuga a Montevideo. Lo había planeado cubriendo todos los riesgos. Supuso que no se suscitarían problemas. Se equivocó.
Apenas saludaba a Mercedes cuando cuatro mazorqueros cayeron sobre él. No le dieron tiempo a defenderse. Con una soga lo maniataron y  despiadadamente lo arrastraron hasta el cuartel.
_ Mire quien nos vino a visitar, pue' _ se regocijó Cuitiño cuando con una tremenda patada Santa Coloma lo empujó para caer dentro del despacho y a los pies de Cuitiño _ El señorito Escalante.
Lorenzo se incorporó con dificultad y desafiante le escupió el rostro. Como respuesta recibió una trompada que lo arrojó nuevamente al piso.
_ ¡Maldito hijo de puta! _ gritó Lorenzo secándose la sangre que le chorreaba del labio.
_ Parece que el señorito elegante perdió los modales _ se rió Cuitiño.
_ Me gustaría aplastarte como a un gusano, ¡maldita escoria!
_ Siento desilusionarlo. La cuestión es al revés...Yo lo voy a a aplastar como un gusano... y como a mi me gusta, lentamente. No hay placer mayor que presenciar el sufrimiento del enemigo _ volvió a reírse.
_ ¡Sádico! ¡Enfermo!, ¿por qué me trajo a este lugar?
_ No tengo la obligación de responder sus preguntas, sin embargo, como soy una persona educada aunque no haya asistido a esos colegios refinaos', como lo hizo usté, lo voy a anoticiar. Nos confirmaron que es integrante del "Club de los Cinco" y que está planeando un levantamiento militar para apoderarse de la ciudad _ dijo pausadamente, regodeándose en cada afirmación.
_ ¡Calumnias! _ Lorenzo se alarmó. "¿Quién me habrá delatado?", pensó confuso.
_  Veremos si no cambia de opinión cuando lo deje al cuidado de mis hombres. Parra y Santa Coloma saben sacar de mentira verdad. Son muy habilidosos, ¿sabe? _ se mofó _ Santa Coloma, sacalo de mi vista y hacelo cantar. Que disjrute su estadía entre nosotros don Lorenzo Escalante _ las carcajadas de Cuitiño lo ensordecieron.
Santa Coloma le vendó los ojos y tirando de la soga que le amarraba las muñecas, lo arrastró hasta un caballo. Alguien lo ayudó a montar y por un culetazo de trabuco perdió el sentido. Cuando despertó estaba en una celda con otros dos hombres.
_ ¿Dónde estoy? _ atinó a decir frotándose la cabeza que se le partía.
_ Ojalá lo supiéramos. A nosotros nos trajeron ayer y ése que está ahí, parece que está hace bastante _ señaló un bulto oscuro que respiraba con dificultad en la celda de enfrente.
_ Soy Lorenzo Escalante.
_ Yo me llamo Manuel Zaragoza.
_ Y yo, Juan Martínez. Ese que está ahí tirado es Zacarías Puyol. El mesmo me lo dijo antes de quedar inconsciente.
_ ¡Puta madre!, me estalla la cabeza _ se quejó Lorenzo y una marea de naúseas lo ataco de imprevisto. Vomitó violentamente.
_ Amigo, vomitó hasta las tripas. Recuéstece en ese catre, aunque le advierto, está minado  de chinches.
Zaragosa, en un arrebato de cólera, comenzó a gritar golpeando su cabeza contra los barrotes.
_ Esto es una inmundicia. Todavía no comprendo como terminé en este infierno. ¡Federales malparidos! ¡Ratas asquerosas, sáquenme de esta mierda! Soy inocente, ¡carajo!, inocente.
Martinez trató de calmarlo.
_ Déjelo mi amigo, que se desahogue _ aconsejó Lorenzo.
Zaragosa se ovilló estallando en un llanto acongojado. Martínez se acucliyó a su lado y le pasó un brazo por los hombros. Poco a poco se fue relajando hasta quedar dormido.
_ Tranquilo, compadre, tranquilo _ le susurró.
_ ¿Sabe por qué causa lo encerraron? _ se interesó Lorenzo.
_ Si le cuento se va a reír _ le respondió Martínez mientras pateaba un ratón famélico que rondaba a Zaragosa.
_ Una tarde en que Manuel volvía del trabajo, fue a la cocina a tomar unos mates. Las dos hijas de la cocinera estaban jugando con unas muñecas de trapo y Manuel no tuvo mejor idea que preguntarle a las negritas el nombre de las muñecas. Le respondieron que una se llamaba "doña Encarnación" y la otra "Manuelita". El hombre se rió y a modo de chanza dijo: "¿Cómo es que la esposa del Gobernador y su hija, señoras de tanta grandeza, andan por las cocinas?". Eso fue todo y a los pocos días lo meten preso. Las muy hijas de puta lo denunciaron por unitario.
_ Cuitiño no pierde oportunidad para granjeare la simpatía de Rosas _ sentenció Lorenzo asombrado de la acusación.
_ Dígamelo a mí. Estoy preso por hablar mal del gobierno. ¿Es delito expresar una opinión?, le pregunté juera de control a esa mierda de Cuitiño. ¿Sabe lo que me contestó? "Mirá José, vos me caés mal, sos un hombre díscolo y mal intencionado". Y acá me tiene, sólo por decir que la comida está al doble de antes.  Y a usté, Lorenzo, ¿por qué lo trajieron?
_ Por pertenecer al "Club de los Cinco", por anarquista, por unitario, por mear fuera del tacho...por lo que sea. Cuitiño hace años me la tiene jurada y todo por una mujer _ se lamentó.
_ ¡Ustedes!, basta de tanto parloteo o van a conocer mi rebenque _ los amenazó el mazorquero de guardia.
Al rato abrió la celda y se llevó a empujones a Manuel Zaragosa.
Pasada la media noche se llevaron a Martínez. Ninguno regresó.
Lorenzó, temblando, esperaba su turno. El turno de la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario