Novelas en capítulos y cuentos cortos

jueves, 29 de septiembre de 2016

ALAS PARA UNA ILUSION, Cap 40

"No imagines que hay alguno de nosotros que entienda totalmente estos arduos problemas: antes bien, sólo de vez en cuando brilla la verdad tan clara como la luz del día, y entonces, nuestra naturaleza y hábito corren un velo sobre lo que percibimos y volvemos a la oscuridad casi tan densa como al principio".  Maimónides



Lina se propuso ayudar a esas jóvenes desahuciadas de afecto y protección. Ella las ayudaría y si fuera posible, cambiaría su cruel destino.
Cuando intentó encarar a la hermana Milagros la noticia de la enfermedad de Lupe la frenó. Fue un golpe directo a su corazón. Las dudas le nublaron el entendimiento.
¿Sería verdad?...¿o sería una malvada patraña de la hermana Milagros para impedir esos encuentros con Lupe que la revitalizaban y alegraban su espíritu?...o lo que era peor, ¿Renzo le habría hecho daño?
Lina se sentía desorientada, fue la hermana Corina quien le aconsejó que le escribiera a Lupe. Sólo de esa manera podría enterarse de la verdad.
Lamentablemente Lupe nunca le contestó sus misivas.
_Seguramente Milagros no las envía, es una arpía _ la hermana Corina le confesó sus sospechas la noche fatal.
_ ¿Tú crees eso, Corina?_ la aflicción de Lina entristeció a la monja.
_ ¿Por qué razón la hermana Milagros se ha ensañado conmigo?_ continuó Lina _ Le obedezco en todo, trabajo como ninguna, asiento sin recriminaciones a sus más absurdos pedidos, y ella...ella, sólo me castiga. "Pasa toda la noche rezando, no debes cenar por una semana, no te despojes del cilicio, sólo así serás una esposa digna de Nuestro Señor", me repite continuamente. Te aseguro Corina que si no fuera por estas mujeres que necesitan de nuestra ayuda, ya me habría ido.
_ ¿Piensas renunciar a tu vocación? No lo hagas querida hermana Catalina _ le imploró.
_ No lo haré, sólo que... presiento que la voluntad de Dios es que en este momento esté junto a mi hermana. Ella me necesita, no te imaginas cuánto Corina. Mañana le rogaré nuevamente a la Priora  que me permita pasar una temporada en mi casa. Y también intercederé por las muchachas de la lavandería. No es cristiano que vivan en esas condiciones, se las trata peor que a los perros que custodian el convento. Por lo menos ellos comen todos los días.
_ No lo hagas Catalina, no te involucres en el asunto de las "Magdalenas"_ le insistió. Un mal presentimiento se apoderó de ella.
_ "Las Magdalenas", ¿así las llaman aquí, no? Las pecadoras... pero si Jesucristo fue magnánimo con aquella mujer que lloró sobre sus pies pidiendo perdón por sus faltas. Si Él, el Hijo de Dios, no se escandalizó por qué sus Siervas castigan tan cruelmente a estas jóvenes, algunas casi niñas, no lo comprendo... _ reflexionó con amargura.
_ Cuando hace tres años mis superioras me trasladaron a este convento, las "Magdalenas" ya estaban aquí cumpliendo sus condenas. Al principio me alarmé y me preocupé como tú, pero mi queja cayó en saco roto. Milagros y la Priora suavizaron la situación con argumentos de redención.
_ ¿De redención? _ se sorprendió.
_ Me explicaron que privarlas de la libertad las ayudaría a reflexionar sobre su conducta pervertida y desvergonzada.
_ ¡Desvergonzadas son ellas, permitiendo esta injusticia! El trato que se les da a estas pobres infelices es inadmisible. Yo no puedo ni debo dar la espalda a este atropello _ Lina se ofuscó preocupando a la hermana Corina.
_ Serénate Catalina, no lograrás nada exasperándote. La Priora y la hermana Milagros son muy duras. No atenderán tus reclamos y en cambio, podrían negarte el permiso que deseas para estar junto a Lupe. Te aconsejo que por ahora calles y continuemos alimentando a escondidas a las muchachas. Creo que es la mejor manera de auxiliarlas y reconfortarlas. Yo seguiré haciéndolo en tu ausencia _ le recomendó con ternura.
_ Como siempre tienes razón Corina. Doy gracias a la Santa Virgen por haberte puesto en mi camino_ con gratitud la abrazó y besó.
_ ¡Démonos prisa hermana Catalina! _ dijo sonrojada por la muestra de cariño de Lina _ Mira, además de las dos canastas repletas de provisiones, llevo este botiquín con medicinas, seguramente será bienvenido. Ayer pude observar que muchas de las muchachas están congestionadas y con fiebre.
_ Hermana Corina, ¡eres increíble! _ Lina volvió a abrazarla.
Con cautela y cerciorándose de que todas las monjas estuvieran en sus respectivas celdas durmiendo, avanzaron alumbrando el largo pasillo con un farol de kerosene.
A pesar de su prudencia, una sombra siguió sus pasos.
Como de costumbre fueron recibidas con regocijo por las jóvenes que aguardaban con impaciencia la llegada de las monjas.
"¡Que sería de nosotras sin ustedes!"
"Son dos ángeles que cuidan de nosotras".
"Gracias a ustedes, hermanas, volvemos a tener esperanza".
Estas y muchas otras frases de gratitud se repetían entre abrazos y besos. Hasta que de repente...
_ Así que aquí están las dos buenas samaritanas.
Simultáneamente todas, hermanas y muchachas, volvieron la mirada a la puerta de entrada. Allí estaba la hermana Milagros, los brazos en jarra, la mirada fiera y una sonrisa maliciosa que les heló la sangre.
_ ¡Hermana Corina!, ¡Hermana Catalina!, fuera...¡inmediatamente!Y llévense toda esa comida. ¡Rápido! ¡Muévanse! _ les ordenó alterada.
_ Y ustedes, ¡a dormir! que mañana les espera una jornada doblemente agotadora _ continuó Milagros amenazando a las Magdalenas, que enmudecidas la observaban con pavor.
_ Hermana Milagros, quisiera...
_ Hermana Catalina no se atreva a dirigirme la palabra, obedezca y márchese. Ya hablaremos de la estupidez que acaban de cometer _ sin más desapareció echando chispas.
Corina y Lina apenas pudieron despedirse de las muchachas. Las apremiaron a esconder las provisiones y con la promesa de que retornarían, las dejaron llorando y angustiadas.
_ Nunca vi a la hermana Milagros en ese estado _ dijo asustada la cocinera.
_ Ahora mismo voy a hablar con ella _ expresó con total determinación Lina.
_ ¡¿Quée?! ¡Estas loca Lina!, no lo hagas, espera hasta mañana.
_ No, lo haré ahora _ se empecinó.
Dejando a la hermana Corina espantada, corrió hasta la celda de su preceptora que se ubicaba en el primer piso. Subió los escalones de dos en dos. Con el corazón desbocado, golpeó con insistencia la puerta.
_ ¿Qué quieres? Te dije que hablaríamos mañana _ la encaró con vehemencia.
_ Deseo hacerlo en este mismo momento _ la enfrentó sin amedrentarse.
_ ¡Descarada! ¡Insolente!Yo soy tu superiora y soy yo la que pongo las reglas...
_ Será mi superiora, pero eso no quita que sea una mujer déspota y cruel que vuelca todo su resentimiento sobre personas inocentes y débiles que no pueden defenderse. Es una vergüenza para esta congregación. Le enviaré una carta a la Madre Inspectora General que tiene sede en España. La pondré al tanto de lo que ocurre en este convento. No entiendo como puede llamarse Sierva de Dios, más bien parece Sierva del Demonio.
_ ¡Atrevida! Siempre dije que detrás de esa carita angelical se agazapaba una serpiente y como tal morirás...¡aplastada! _ fuera de sí la empujó con violencia.
Lina rodó por la escalera de piedra impactando su pequeño cuerpo una y otra vez en el filo de cada escalón hasta perder el conocimiento. Quedó tirada en el piso mientras la sangre que manaba de su nariz y de un corte en la frente, teñía de rojo la laja gris.
_ ¡Auxilio! ¡Auxilio! _ gritó la hermana Milagros.
Corina, al escuchar los gritos, corrió alarmada.Lo mismo hicieron las demás monjas.
Todas quedaron paralizadas ante el cuerpo desmadejado de Lina al pie de la escalera.
_ Fue un terrible accidente _ fue el descargo de la hermana Milagros simulando pena.



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