Novelas en capítulos y cuentos cortos

domingo, 26 de febrero de 2017

UN NUEVO AMANECER, Cap.15

"Mi alma está grabada con tus señales
 y no hay viento ni agua que pueda lavarlas
 sin dejar mi nombre borroso, desteñido y sin sonrisa".  Gioconda Belli

El rostro demacrado y las profundas ojeras, semejantes a dos nubes de tormenta, preocuparon a Amelia.
Eran las cinco de la tarde y Rafael regresaba de la redacción de "El Nacional". Había sido un día complicado. Faustino Sarmiento, el acérrimo opositor de Rosas, que se vio obligado a vivir en el exilio por causas políticas,  había regresado al país haciéndose cargo de la dirección del diario plasmando en la editorial su propio pensamiento y estilo.
Rafael saludó distraído a Amelia. En su cabeza aún bullía el eco de las palabras de Sarmiento:
"El poder, la riqueza y la fuerza de una Nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen; y la educación pública no debe tener otro fin que el de aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de dirección". Sarmiento soñaba con una unidad nacional que en ese momento parecía una utopía.
_ ¡Bautista!, querido, ¡que cara traes! ¿Malas noticias, quizás? _ arriesgó temerosa de la respuesta...¿y si había recuperado la memoria?
Él, fatigado, colgó el sombrero de fieltro negro y su chaqueta en el perchero de bronce.
_ ¿Malas noticias? No, sólo que fue una jornada muy ajetreada. _ se guardó de confesar que hacía noches que no descansaba, la imagen de Lourdes perturbaba su sueño.
_ Así que finalmente Sarmiento asumió como director del periódico, bien, muy bien _ Joaquín, que en ese momento entraba en la sala, aplaudió la noticia.
_ ¡Amigo, que suerte la tuya!, de licencia en medio del caos _ se lamentó Rafael mientras se desplomaba en uno de los sillones y Amelia le servía con diligencia un té aromático.
_ Licencia por casamiento _ le aclaró con entusiasmo _ En dos días me caso con la damita más linda de Buenos Aires. Pero, ¿es para tanto tu preocupación? Sarmiento es una gran persona y el periódico saldrá ganando con su ímpetu patriótico _ Joaquín lo respetaba y admiraba.
_ No lo dudo, Joaquín. Pero no todos piensan como tú. Algunos empleados ya han renunciado sin antes enfrentarse con violencia al nuevo director; varios de ellos, amigos nuestros _ el té mágicamente lo relajó y con la mirada le pidió a Amelia que le sirviera otro.
_ ¿Y Sarmiento cómo reaccionó? _ quiso saber Joaquín sentado a su lado y fumando un cigarro.
_ Con total tranquilidad. "Todos tenemos derecho a la libre expresión", dijo con una sonrisa y se encerró en su despacho.
_ ¡No te lo dije! Es una gran persona _ repitió con orgullo.
_ ¿Quién es una gran persona? _ Imanol se unía a la reunión luego de una siesta reparadora, últimamente se acostaba al amanecer.
_ Faustino Sarmiento, el nuevo director de "El Nacional" _ intervino Amelia deseosa de participar en la conversación.
_ Si, escuché hablar de él. Me cae bien ese hombre, esta a favor de la inmigración, ¿no? _ el pensamiento de Sarmiento fomentaba los intereses de su familia, decidida a arraigarse en esas tierras alejadas de Dios. Si eso sucedía, él volvería a España y a su estilo de vida, lejos de la vigilancia paterna.
_ Estás bien informado hermanito _ Amelia le sonrió con suspicacia.
_ Velo por los deseos de nuestro padre, querida. Recuerda que uno de sus propósitos es comprar campos en esta región y sólo Dios sabe por qué, asentarse aquí _ le retrucó con mordacidad.
_ Será porque es una nación de tierra virgen que permite a la sociedad dilatarse hasta el infinito sin temor a la miseria; será por sus riquezas naturales: el hierro, el carbón de piedra y los bosques que proveen de materiales a la arquitectura naval. _ saltó exaltado Rafael, ofendido por el tono despreciativo que imprimió a sus palabras Imanol.
_ ¡Caramba! ¡No te enojes, hombre! _  dijo palméandole la espalda afectuosamente. Rafael, con un gesto de fastidio se alejó de Imanol. Este, contrariado por la actitud del joven, se disculpó _ Perdona si te he ofendido, no fue mi intención, sólo que no comprendo a mi padre. En España tiene todo para ser feliz, posesiones, afectos, dinero; ¿por qué comenzar nuevamente en un país extraño?, ¡y a su edad! _ manifestó contrito.
_ Nuestro padre es amante de los nuevos desafíos, encuentra placer en ellos...
_ Es verdad, más placer que en las mujeres _ la interrumpió con ironía.
_ ¡Imanol, compórtate! _ se escandalizó Amelia.
_ El Duque es vigoroso, apenas pasa los sesenta, ¿verdad? Además no es comenzar de cero, llega con una fortuna y con dinero todo se logra _ declaró pragmático Joaquín.
Imanol lo miró con sorna. Seguramente la intención secreta del viejo era establecerse por un tiempo y luego de realizar jugosos negocios con los estancieros y acuerdos beneficiosos para su arca con los políticos, regresar a la Madre Patria. Pero antes contrataría un esbirro para que asesinara a su hijo. "Fruto del Infierno, así solías llamarme de pequeño padre y luego, ya mayor, Belcebú. Nunca comprendiste mi genio, ni te interesó hacerlo. Nunca aceptaste mis inclinaciones. Amoral, me insultabas. Amoral eres tú, ¡filicida!. Perpetrar mi asesinato enviándome lejos, apañando tu satánico fin nombrándome tu mensajero y asesor ante los ojos de los demás. Ni Amelia se imagina lo que te propones. Pero yo lo sé todo, nada escapa a mi perspicacia".
_ ¡Imanol! ¡Imanol! _ la urgencia en la voz de Joaquín lo sacó de su ensimismamiento _  ¿Estás de acuerdo conmigo en que tu padre tiene derecho a anhelar nuevos horizontes?.
_ Si, si, por supuesto _ contestó en forma adusta, tomó su sombrero y su bastón, y salió a la calle sin despedirse.
Luego de la cena, Rafael se excusó y se retiró a su habitación a pesar de los ruegos de Amelia para  compartir una copa de oporto. El intenso aroma frutal lo tentó, pero resistió manteniendo su negativa. Deseaba estar solo para pensar, pensar en Lourdes. Esa mujer lo obsesionaba.
Antes de acostarse corrió las cortinas permitiendo que la luna se asomara en su habitación.
Con pantalones y la camisa desabrochada se tiró sobre la cama, las manos entrelazadas detrás de la cabeza.
Permaneció con la mirada fija en el cielo estrellado.
Cerró los ojos y entonces la vio. Bella, serena, montaba con sernsualidad un caballo moro, de pelaje gris azulado. Tenía la pollera subida hasta las rodillas, lo que permitía apreciar la desnudez de sus pienas torneadas. Se detuvo en los pechos, turgentes, maduros... deseó mamar de ellos como si fuera un crío. La idea lo sobresaltó, pero tuvo que aceptar que lo excitaba, que lo disfrutaba.
"¿Quién eres, quién? ¿Por qué no puedo sacarte de mis pensamientos?", meditó hipnotizado por unos enormes ojos verdes y recordó un verso que alguna vez leyó:
"Tu luz entra en mi alma como el sol a un vergel".
Y al pronunciar "sol", la piel se le erizó...¿por qué?

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