Novelas en capítulos y cuentos cortos

jueves, 28 de enero de 2016

CAMINO DE SANGRE Y...ROSAS, Capítulo 9

"Llamó a mi corazón, un claro día,
 con un perfume de jazmín, el viento".   Antonio Machado



Luego de la partida de Lourdes, Rafael se encerró en su dormitorio. Debía meditar sobre su futuro y el de Lourdes. La amaba y nadie los separaría.
El maldito litigio entre federales y unitarios estaba poniendo de cabeza su vida. Debía huir con Lourdes. ¿A la Banda Oriental?, quizá. Allí estarían a salvo.
Enfrascado en sus pensamientos abrió sin pensar uno de los cajones del escritorio. Allí, oculto entre documentos y cartas que debía enviar a los gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, un ejemplar de "El Nacional" de Montevideo. Rafael comenzó a hojearlo. La editorial de Echeverría, acérrimo enemigo del régimen rosista, captó su interés: "La lógica de nuestra historia está pidiendo la existencia de un nuevo partido, cuya misión es adoptar lo que haya de legítimo en uno y otro partido (unitarios y federales)...Los medios para resolver el progreso de la Nación Argentina están en la democracia; fuera de eso, no hay sino caos, confusión y quimeras". "¡Cuánta razón!", pensó compartiendo la opinión del escritor exiliado.
Los gritos desaforados de Jovita, hicieron que pegara un respingo rompiendo una de las hojas del periódico.
_ ¡Patroncito!... su padrino lo llama con urgencia _ Rafael con rapidez escondió el diario debajo de la cama y abrió la puerta.
_ Calma, ¿qué sucede? _ le preguntó a una Jovita sudorosa y desalineada.
_ No sé, pero está jurioso.
Rafael encontró a Cuitiño en el comedor fumando un cigarro. Parecía irritado.
_ Rafa, algo terrible acaba de pasar.
_ Cuente, padrino _ se intranquilizó por Lourdes.
_ Los unitarios sotretas intentaron asesinar a su Excelencia.
_ ¿Cómo?, ¿a pesar de la protección estricta de su guardia personal? _ se sorprendió.
Últimamente Rosas vivía enclaustrado en su mansión de Palermo temiendo un atentado contra su persona.
La Mazorca estaba al tanto que su Excelencia , el Gobernador de Buenos Aires, engañaba a sus enemigos haciéndoles creer que atravesaba la ciudad en una galera colorada completamente cerrada tirada por cuatro caballos y escoltada por ocho soldados. En realidad él se trasladaba a caballo en altas horas de la noche y protegido por hombres de su confianza, carniceros de profesión.
_ Vamos a tener que reforzar la protección del Gobernador y usté se va a encargar.
_ ¿Yo?, ¿por qué? Hágale ese encargo a Santa Coloma o mejor aún, al jefe de policía, don Parra.
_ No se me retobe Rafael. Mis órdenes no se discuten, se cumplen _ Cuitiño ardía.
_ Como diga padrino, no se enoje. Ahora cuénteme que sucedió _ trató de calmarlo.
_ Hace unos días un franchute le regaló a don Juan Manuel una caja de madera repujada que quedó sobre su escritorio. Ahí estuvo sin que se le diera importancia hasta que la Manuelita se la pidió. Ella se la llevó al dormitorio y cuando levantó la tapa, varios tubos la apuntaron. Si no juera por la agilidá del Gobernador que de un manotazo la tiró por la ventana, en este momento los dos estarían bien muertos _ explicó de un tirón.
_ Todo me parece muy extraño padrino.
_ El mesmo Gobernador dijo que si seguía vivito y coliando era porque Dios lo había protegido. Cuando nos enteramos, los federales de ley, salimos juriosos por las calles. ¿No nos escuchó? Que se enteren esos cerdos unitarios, a don Juan Manuel no se lo puede tocar porque es el ungido de Dios.
_ No, no escuché...estaba leyendo...¡ay, Santo Dios!
Rafael salió disparado hacia la calle dejando con la boca abierta a Cuitiño.
"Lourdes estaba sin protección. ¿Y si esos locos la alcanzaron?". Desesperado, corrió hacia la casa de la muchacha. Las consecuencias que provocaría su presencia no le interesaban. Basta de mentiras, era la hora de la verdad. Más tarde tendría una charla con su padrino, dura, decisiva; ya nada le interesaba, sólo Lourdes.
Ciriaco Cuitiño se quedó de una pieza cuando su ahijado lo abandonó de manera tan abrupta. "¿Qué bicho lo habrá picado?", se preguntó airado.
_ ¡Jovita!, vení pa'cá.
_ ¡Mande patrón! _ como de costumbre, la negra tembló ante la figura recia de Cuitiño. Ese hombre era mandinga para ella.
_ ¿Averigüaste algo? El Rafa anda como perdido. Hace rato desapareció como alma que se lleva el diablo.
_ Hoy vino de visita una señorita linda y elegante. Conversó con doña Pancha tuita la tarde; mate va, mate viene. En realidá la mocita vino por el joven...¡se besaron en la boca, patrón! _ se escandalizó.
_ ¿Cómo se llama?
_ Lourdes
_ ¿Lourdes Aguirrezabala? _ el giro de los acontecimientos no le gustaba en lo más mínimo.
_ Eso mesmo. Me lo dijo su criada. Parece que se están viendo hace bastante.
_ ¡Maldición!...Podés irte y ¡seguí espiando!
"¡De todas las mujeres que se mueren por estar con él tuvo que elegir justamente a la Aguirrezabala! La lealtad a Rosas de esa familia está en duda. Muchos son los hipócritas que fingen devoción al régimen y conspiran por atrás. Lorenzo Escalante es uno de esos, además con ese malnacido tengo cuentas pendientes".
Se juró vigilar estrechamente a Rafael, frustraría el romance, él tenía los métodos adecuados para lograrlo.
Rafael, ajeno a los planes de su padrino, se encontró con el doctor Muñíz a una cuadra de la casa de Lourdes.
_ ¿Qué le pasa muchacho? ¿Me está buscando?...¿acaso doña Pancha tuvo una recaída? _ el médico se intranquilizó al ver a Rafael pálido y agitado.
_ No, doctor, ella está perfectamente.
_ Mejor así, es esencial que siga al pie de la letra mis recomendaciones.
_ Sí, sí doctor... Pero...¿hay alguien enfermo en la familia Aguirrezabala? _ tanteó.
_ Nada de cuidado. La señorita Lourdes resultó herida levemente en la manifestación que tuvo lugar hace unos momentos. Por lo del atentado, usted sabe.
_ Sí, sí, me enteré. ¿Cómo está ella? _ preguntó como al pasar.
_ Asustada pero bien. Le recomendé una tisana para calmar los nervios. ¿Usted la conoce? Lo noto
preocupado.
_ La conozco, de hecho, venía a visitarla.
_ En ese caso, me despido con una recomendación, que la visita sea breve, ella necesita descansar. Mis saludos a su abuela.
_ Eso haré, doctor.
Muñíz se perdió de vista al doblar por la calle de la Piedad.
Rafael, reflexionó. Ese no era el momento adecuado para presentarse. Mejor esperar a que los ánimos se apaciguaran y en un clima de mayor tranquilidad, declarar a la familia el inmenso amor que sentía por Lourdes.
Con el corazón en un puño se alejó cabizbajo.



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